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Cada noche se hacía pequeñita entre mantas, llena de lágrimas que la encogían, envuelta en recuerdos de gritos y palabras que sonaban como si cientos de cañones y pistolas dispararan a la vez. Ninguna bala llegó a tocarla, se protegía a duras penas, siempre acurrucada en una esquina mientras veía como todo iba a parar contra su coraza. Una armadura fuerte, hecha con sonrisas que regalaba a todos por la calle, incluso a aquellos que tanto daño la hicieron. Todos veían su intento de parecer feliz, miraban sus ojos hinchados, criticaban su soledad y se burlaban de sus muñecas. Vivía en un mar de dudas, nunca sabía lo que hacía bien y lo que hacía mal, pero ella siempre se decantaba por lo segundo. Se odiaba a si misma, se odió por todos los que podrían odiarla. Suplicaba ayuda con miradas desesperadas y pedía a gritos que la reconstruyeran, no se veía capaz de hacerlo sola. Aguantaba un gran peso en la espalda que hacía duro el camino. Tenía problemas de todo tipo,la obligaban a retroceder, una fuerza que volvia negativa su velocidad. Luchaba por perderse, por salir de la rutina y cambiar sus noches de tormenta.
Con el tiempo se enamoró de su escudo, el que durante años se obligó a llevar. Y después de ahogarse en mares inmensos de dudas y llantos, salió a flote. Orgullosa de sus cicatrices, llena de heridas de guerra que recordaban las palabras, las balas y los disparos directos al corazón. La niña triste, hoy, un poco más feliz, estable y completa, se dió cuenta de que nunca le hizo falta nadie para reconstruirse..

Dulce Introducción Al CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora