Capítulo 10

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Sábado, 4 de agosto de 2007

Jazmín

Cuando abrí los ojos no me lo podía creer. Por fin se lo había dicho, en forma de canción, pero lo hice. Era la única manera de expresarme frente a Florencia, de olvidarme de ese miedo que tengo por dejarme amar y atreverme a dar ese paso.

Los últimos días habían sido una tortura, por un momento quise olvidarme de ella, pero es imposible arrancármela de lo profundo de mi corazón. Su nombre está grabado y nadie lo podrá borrar jamás.

Lolita tenía que hacerme entrar en razón. Llamarla fue la mejor decisión que tomé. Me hizo dar cuenta que yo siempre fui la que le decía que debía luchar por el amor de su rusa, que nunca renunciara y lo irónico es que ahora yo no me atrevía a hacerlo.

<<La vida no es justa. Y si lo fuera, entonces, no sería vida.>>

Palabras que solo me las podría dar alguien que ya ha pasado por mucho y por poco a la vez. Esa es Lolita. Aunque tenemos casi la misma edad, siempre sentí que ella ha vivido al ritmo de una montaña rusa con pronunciados abismos y altos picos que nunca paran. Pero me alegra que la española por fin se esté dando cuenta que la única que puede detenerla es Mila. Son tal para cual, orgullosas a más no poder, pero el amor que se tienen es infinito. Casi igual al que siento por Florencia.

Aunque no hemos dado el siguiente paso, además de ser amigas, siento que nuestra relación se ha vuelto más estrecha desde ayer. Esta mañana mientras desayunamos, nuestras manos se entrelazaron con cariño y así pasamos un largo rato. Sintiendo la calidez de la otra acompañada por el ronroneo que desatan nuestras miradas cargadas de dulce romance.

Sabía que venir a Gualeguaychu nos uniría más. Fue un presentimiento, pero uno muy acertado. Ahora solo quiero que estos diez días que nos quedan juntas, se extiendan por toda una vida para formar nuestra propia familia.

Mañana por la noche viajaríamos a Salta, nuestro siguiente destino, pero antes de despedirme de esta inolvidable ciudad, Florencia me ha traído al Parque Unzué. Cruzamos 3l ex puente Balsa, desde el cual tomo hermosas fotos panorámicas de los paisajes naturales y de la imponente ciudad a nuestras espaldas, pero la verdadera fantasía está cuando llegamos al otro lado.

La vista del parque, el Balneario Los Sauces y la laguna rodeada por frondosos eucaliptos y vegetación autóctona. Me siento como la dueña del mundo, cierro los ojos unos segundos, mientras disfruto de la paz que desprende este lugar. Pero sin esperármelo, los brazos de Florencia me rodean la cintura y me pegan a su cuerpo con ternura.

- Te quiero. - Susurra, mientras se acomoda a mi costado para observar el paisaje que nos regala este paseo.

- Y yo a ti.

Todo iba bien, demasiado, quizás por eso el destino tenía que recordarme que nunca tendré una vida fácil.

Desde que habíamos salido del hotel, me di cuenta que el cielo estaba escureciéndose cada vez más por nubes grises llenas de lluvia. La sola idea de estar bajo una tormenta me paraliza y aterra.

- Ya deberíamos irnos, ¿no crees? - Le comento con timidez. A lo cual, ella me mira con extrañeza por unos instantes.

- Pensé que te estaba gustando estar aquí.

- Sí, me encanta, solo que... - dudo unos segundos, pero ella me sonríe y me toma ambas manos. - ¿Te digo algo, pero no te ríes?

- Está bien, puedes confiar en mí. - Contesta sonriendo con ternura.

- Le tengo miedo a las lluvias torrenciales, relámpagos y... en fin a las tormentas desde que era una niña.

- Ya veo. - Sus dedos sueltan a los míos, para subir y tomarme el rostro delicadamente. - No te preocupes que todavía falta bastante para empiece a llover. Pero si te hace sentir mejor, regresemos de una vez al hotel.

- Gracias, Flopi.

Le doy un abrazo y caminamos hacia el lugar de espera del auto que nos llevaría de regreso. En ningún momento me hace algún comentario sobre mi fobia, pero más que un temor, es un trauma. He pasado por psicólogos, pero ninguno ha logrado que con terapia supere la asociación que le di a la lluvia con mis miedos.

Llegamos casi sobre las seis de la tarde a nuestras habitaciones, no había caído ni una gota del cielo, tal cual lo predijo ella. Es su país, nada mejor que ella para saber sobre el clima, pero lo que sí me asustó fue que me dijera que la tormenta sería muy fuerte y que seguro duraría toda la noche. En ese momento le dije que no importaba, que estaría bien, pero mentí.

Por el mal tiempo que se aproximaba quizás los vuelos de mañana se retrasarían, por lo que ella tuvo que ir  a confirmar los horarios. Me pidió la cena para que yo no tuviera que salir de la habitación y traté de mostrarle un buen sentido del humor para que creyera de que estaba bien.

Quizás las primeras horas sí pude estarlo. Con todas las luces prendidas en la habitación, mientras terminaba de comer un plato de arroz con mariscos y veía una película de comedia en la cama. Pero el cielo tenía que descargar su ira con luminosos relámpagos que se hacían notar sobre las cortinas y los estruendosos truenos que los precedían.

Solo bastó uno para que me hiciese saltar de susto. No lo pensé mucho y me coloqué los audífonos para escuchar música y tratar de olvidar todo. Sin embargo, los recuerdos regresaban del pasado que he deseado ocultar. Cada vez que me escondía de mis padres debajo de la cama, desde ese lugar solo lograba notar el filo de las ventanas de mi dormitorio y cómo la lluvia golpeaba a los vidrios. El día que escapé de ese infierno y me encontré con la familia que tengo ahora, una que de verdad me ama...

Los minutos pasan y la tormenta solo ha aumentado su intensidad. Por un momento creo que la lluvia ha logrado entrar hasta aquí, pero me doy cuenta que son mis lágrimas las que han humedecido gran parte de mi camiseta. Acurrucada y aterrada al costado de la cama, es donde Florencia me encuentra.

Sus brazos me levantan y me susurra con tranquilidad que nada me pasará. Logra ponerme de pie y me lleva hasta su habitación, pese a que todo el camino está iluminado no me atrevo a abrir completamente los ojos ni despegar la mirada del suelo. Flor  hace que me acueste en su cama y recién ahí giro hacia ella. Está completamente empapada por la lluvia, pero ni rastro de susto. Su mirada es tierna y cariñosa, pasea su mano por mis ojos y recoge los rastros de lágrimas que todavía quedaban por ahí.

- Debes pensar que soy una tonta. Tan grande y con estos miedos.

- Lo único que pienso es que eres la chica más valiente que he conocido. No como yo.

- ¿Tú a que le tienes miedo? - Pregunto luego de escuchar otro trueno que me sobresalta.

- A amarte.

Entonces su rostro bajó hacia el mío, un poco dudoso por unos segundos, pero yo completé el camino que nos separaba. Nuestros labios se tocaron por primera vez, un choque eléctrico más fuerte que los rayos de la tormenta iluminó a mi vida. Llevé mis manos a su cuello, mientras las suyas hacían presión sobre la cama para no caer.

Su beso me robó el aliento, mientras yo me apoderaba de su lengua con suaves movimientos de la mía. Nuestras bocas se negaban a separarse, recorrí todo su interior con mi lengua que se deslizaba por sus labios, mientras creía que iba a morir por el frenesí en que estaba envuelto mi corazón.

Mis dedos se flexionaron y bajaron hacia su húmeda ropa. Ella reaccionó igual y se recostó en la cama, a mi lado, mientras quedábamos de costado una de la otra y nuestros dedos emprendía una apasionada travesía a través de nuestros cuerpos. En ese instante me olvidé de todo y me desconecté del mundo en el que siempre viví y ahora, por fin, me sumergí en el mundo que siempre quise tener con ella.

Le mordí los labios, mientras nuestros besos se rompían para poder seguir respirando, acaricié la ardiente piel de sus pechos y no hubo ni um sólo centímetro de su cuerpo que no degustara hasta apropiarme de su sabor.
Sus uñas que se clavaban en mi espalda... apagados suspiros que se convertían en gemidos cargados de amor. Y nada más bastó para conseguir las palabras que me permitían ser tu Julieta:

- Te amo Jazmín.

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Déjame ser tu Julieta |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora