capítulo 1

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La habitación olía a cigarrillos y perfume, la cama destendida, las paredes blancas, con dibujos llenos de colores llenando los vacios, el piso sucio y unas cuantas botellas de cerveza en el escritorio. Un pintoresco lugar, triste, a pesar de tanto color, ella, sentada en la ventana, lo mas triste de todo el escenario.

Su cabello negro, largo y despeinado, atado en una coleta, los ojos llorosos con el maquillaje chorreando, los labios secos y el cigarrillo en la mano, completando la imagen como accesorio necesario.

¿que tendría que pasar para que una mujer tan bella tenga tanta tristeza? Una lágrima recorre su mejilla, frunce el ceño y se levanta con apuro, se da un rápido baño y sale de la habitación blanca con olor a cigarrillo. Camina por las calles, sin rumbo alguno, con la mirada perdida y los pensamientos atacando, la gente pasa cerca a ella, mirandola sin verla. No se dan cuenta del dolor que hay en sus ojos, la soledad en su corazón, a pesar de la multitud a su alrededor.

Es un domingo bello, de esos que esperamos con ansias para sentirnos felices, hace mucho calor y ella está cansada de caminar, cansada de pensar. Se acerca a una banca del parque, se sienta, el cambio de respiración hace que sus pensamientos vuelvan de donde los había mandado para no sentir nada. No podía tener una solución si sólo se sentaba y esperaba no sentir nada, ella sabe que dejar de sentir sólo es una solución temporal, necesita sacar ese sentimiento con todo. Suelta un suspiro, sonríe, saca el teléfono que tiene en el bolso y hace una llamada.

   - ¿Estas en casa? Quiero verte, hablemos, te espero en el café de siempre.

El café, un pequeño lugar, muy simple, la música suave, un tango acompaña el ambiente pacífico, con sólo tres personas alrededor, se sienta y espera. Disfruta de un café sin personas con el celular en la mano, deseosas de lo único que puede apagar sus pensamientos, una clave de wifi. Una mujer entra al café, parece que busca a alguien, es alta, morena, con la mirada perdida y los ojos hinchados por una mala noche, muy guapa. Las dos cruzan las miradas y la recién llegada levanta una mano.

  - Stella

Se acerca y toma a Stella de los hombros, espera que ella la mire a los ojos, pero está mantiene la mirada en las manos, no es capaz ni de levantarse. La suelta esperando alguna otra reacción, al no tener respuesta se sienta y toma sus manos con fuerza, y con un tono sarcástico Dice.

  -  si quieres podemos tomar el café sin decir nada, no quiero que sea incómodo para ti - las palabras se tornan amenazantes.

Eugenia, suelta sus manos y llama al mozo levantando el brazo. Stella pide un café y Eugenia un batido de fresa, está le da una enorme sonrisa fingida al mozo antes de que se aleje.

  - Eugenia, no tienes que armar un circo con todo esto, no debí llamarte, fue un error, lo siento.

Stella toma su bolso con intenciones de levantarse y salir del lugar, pero Eugenia se adelanta y se levanta bruscamente, toma con fuerza su mano, la mira a los ojos con rabia.

  - ¿No quieres que haga un circo? Eso debiste pensar antes de acostarte con media ciudad, pero sobre todo, por hacerlo con él ¿crees que esa actitud de mujer libre hará que te sientas menos vulgar de lo que eres? Pues No, lo vulgar no te lo quita nadie.

La Suelta, Stella está asustada, las palabras quedan atrapadas en su garganta,  no podía recordar si alguna vez había visto a Eugenia tan enojada. No, hay algo más, esa mirada no es sólo de enojo, también hay decepción y tristeza. Siente un fuerte dolor en el pecho, se podían escuchar los pedazos de su corazón cayendo al ritmo de ese tango.

Eugenia deja unos cuantos pesos en la mesa y sale sin decir una sola palabra más. Stella, sin saber cómo responder a la acusación, se sienta para tomar algo de aire, tiene seca la garganta, toma algo de café, para sacar el mal sabor de esa horrible palabra, "vulgar" ella sabe que no es lo único que su amiga desea decirle, sabe que hay cosas que por mucho tiempo, sólo las callaba, por amor a su amistad, por amor a ella. Toma otro sorbo de café, otro y otro, sin resultados, aún siente los labios secos y el corazón adormecido; si no se puede arreglar con un café, el problemas es más serio de lo que parece.

Termina de tomar el café, con paciencia, de todas maneras no sabe a dónde ir después, es domingo, y los domingos son días de pensar, ella siempre Dice que no hay mejor compañía que uno mismo, pero ese momento, ella misma, no es una buena compañía, a menos que hundirse más sea una opción. El mozo de acerca y pregunta si tomará el licuado de fresa, ella asiente con la cabeza, este se disculpa y la de la terminar. Ella recuerda la primera vez que fue con Eugenia a esa lugar, pidió lo mismo, no le gustaba el ambiente, era muy tranquilo para su gusto, pero aún así se quedó.  Una lágrima recorre su mejilla, ella la seca con la mano, pensando que sólo es una lágrima, pero no, las lágrimas salen una detrás de la otra, haciendo que el maquillaje forme una línea negra en sus mejillas.

Toma el licuado entre lágrimas, cuando lo termina, mira a su alrededor, siente la vergüenza subiendo por sus mejillas, pero no hay nadie, agradece frecuentar ese lugar y suelta una carcajada, casi es una burla de ella misma.

Ya tiene que irse, no puede quedarse para siempre en ese café, aunque sea lo que más quiere, el tiempo no se puede detener, en algún momento el lugar cerraría y ella tendría que continuar con su vida; aunque dadas las circunstancias no es un pensamiento agradable. Se levanta, deja unos pesos en la mesa, sale del café, mira las calles como si estuviera perdida, toma un cigarro del bolsillo trasero de sus jeans, saca el encendedor del bolso y empieza a fumar, esperando otra vez sentirse mejor, pero no, es sólo humo.

Entre pasos y pasos, no sabe cuánto tiempo ha pasado, sólo sabe que es tarde y el sol ya se está escondiendo.  El cielo se está transformando en un hermoso cuadro, con óleos naranja y celeste, una belleza digna de ser admirada. Stella llega a un parque, se sienta en una banca, está muy tranquilo, sólo habían un par de niños en bicicleta, dos mujeres corriendo alrededor del parque, cuatro amigos fumando y una pareja de enamorados tomados de la mano. Como muchas ironías de la vida, la pareja se sienta frente a ella, "es todo un espectáculo" saca otro cigarrillo y se dispone a observarlo.

Él es alto, lleva un Jean azul, una remera negra, no es feo, pero no es alguien que voltearía a ver; Ella lleva un vestido largo, extraño para la época, pero muy elegante, es bella pero bastante normal. Hablan y Hablan, parece que de verdad se divierten, él debe contar muy buenos chistes, para tenerla así de sonriente - suelta una carcajada - ella está encantada, él no debe ser tan divertido, sólo están enamorados. Sus manos juegan, el la acaricia suavemente en la mejilla con una mano, mientras ella lo mira tímidamente, con la otra mano entrelazan los dedos y se acarician con el pulgar. Sus miradas se cruzan, se puede sentir la electricidad en el ambiente, los dos se desean con locura, están alegres de aguantar el deseo, alegres de hacer el juego más largo. Sonríen y se dan un beso, uno tierno, despacio, disfrutando cada segundo que sus labios se rozan, disfrutando el acercamiento de sus cuerpos, sus manos siguen si camino, como si estuviera ensayado. Es un beso tierno, un beso de enamorados.

Stella sonríe, piensa que es sólo un momento, eso no es amor, es sólo química, una muy buena droga, mucho mejor que la coca o la heroina; da una pitada al cigarro, piensa en cada vez que pensó en eso, en cada pensamiento que esa escena le trajo en su vida. Siente un vacío en el pecho y un nudo en la garganta, esa sensación es la peor, pero ¿que es? No es tristeza ni alegría, tampoco miedo. Decide regresar a casa antes de descubrirlo, ya es tarde.

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