Un cuento perdido.

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Siempre pensé que los escritores exageraban a la hora de describir un desamor, una decepción o el sentimiento de dolor.

Y es que, ¿cómo era posible sentir tu corazón partiendose en mil pedazos y vivir para contarlo?

¿Cómo podías sentir un nudo en la garganta sin morir? ¿Cómo podías ver la fé en el amor escaparse de tus propias manos? ¿Cómo podías lastimarte sin que fuera causado por algún elemento físico? ¿Cómo el rechazo, la distancia, indiferencia, las acciones y palabras de una sola persona podía cambiarte tanto, robarte la vida, el alma y el corazón?

En ese momento, para mí era imposible y hasta ridículo de imaginarlo.

Entonces pensé, si al final de estar enamorado solo quedaban esas sensaciones, estaba seguro de que no quería enamorarme porque vamos,  ¿cómo curar y frenar un dolor que se encuentra en el fondo de tu corazón?

No hay ni mucho menos existe algo así cómo tomar una pastilla para el dolor de cabeza y que, más tardar a los minutos o media hora se vaya.

Fue entonces cuando un día le expuse mi teoría sobre el amor a mi padre.

Él me prestó mucha atención mientras yo hablaba y, a medida que explicaba el porque, se podía ver en su rostro la curiosidad que le generaba mí monólogo.

Al terminar, él solo me sonrió y acarició mi cabello de forma delicada. Estuvo unos minutos en silencio; parecía buscar las palabras correctas y al encontrarlas, comenzó a relatar su historia romántica y casi irreal con papá.

Recuerdo haber escuchado sus palabras completamente maravillado, no perdí ningún detalle y cada pequeña cosa fue grabándose en mí mente. Al terminar con su historia, yo anhelé tener un amor así, tan puro y tan sincero como el de ellos dos.

Con el tiempo fuí dejando los libros de tragedias, melancólicos y de gustos amargos para pasar a los de romance. Uno más cliché que otro, con finales tan jodidamente felices que lograban hacerme suspirar mil veces al día.

Yo soñé... soñé tanto y me olvidé de los escritos que describían la sensación del dolor, del desamor, de las espinas que llevan las rosas. Me olvidé que, si observas por un tiempo prolongado directo al sol, tus ojos se lastiman...

Olvidé que los sentimientos de las personas cambian constantemente.




Fue una tarde de otoño cuando conocí a Jeno.

Casualidad, causalidad, destino tal vez, no lo sé. Pero todo ocurrió de una forma tan cliché que no podía creer que algo así podría pasarme a mí, en la vida real.

Mi incredulidad fue tanta en ese momento (nuestro primer encuentro) que, secretamente, me pellizque el antebrazo para confirmar que todo me estaba sucediendo. A mí.

¡Me estaba sucediendo a mi! Y no, no era un capítulo más de alguna novela cualquiera.

Con quince años en ese momento, me convencí de que el amor a primera vista existía y todo gracias a él.

¿Y tú? ¿Sentiste lo mismo que yo en ese primer momento, Lee Jeno? ¿Lo hiciste de verdad? Ojalá obtuviera alguna respuesta, aunque dudo que pueda volver a creer en cualquier cosa que dejes salir por tu boca.




Un año y medio llevábamos. ¿En que momento los días, semanas y meses pasaron a ser como agua escurriéndose entre mis dedos?

Un cuento perdido ꒱ nomin ๑ (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora