Capítulo 1
RECORDABA la secuencia de los acontecimientos con absoluta claridad. Sabía lo
que había pasado, podía revivirlo en su memoria, una y otra vez, y comprender
perfectamente. Sentada en una dura e incómoda silla junto a la ventana desde la que
había una vista adecuada, si no inspiradora, de High Street, contemplaba con ojos
vacíos las acciones cotidianas de la gente que iba de compras o se paraba a charlar. Lo
que no podía ver era su negocio, o lo que quedaba de él. «Lo ves», le dijo una vocecita
interna «cómo sí lo entiendes». Y como si estuviera orgullosa de su poder de
comprensión, sonrió levemente.
Durante las últimas nueve horas, ____ había permanecido sentada en la misma
silla. De hecho, llevaba allí desde que Meg Jessop, la patrona de «El León Rojo», donde
estaba hospedada, la había cogido del brazo y la había obligado a ir a aquella
habitación. Con seguridad Meg pensaba que seguía en la cama, y ____ sonrió de nuevo.
Se había quedado en la cama exactamente el tiempo que tardó Meg en llevarle un vaso
de leche... salir de puntillas y cerrar la puerta. La leche tenía ya nata de aspecto
bastante repulsivo en la superficie.
____ tenía frío, pero hacer algo para evitarlo requería de un esfuerzo extra para
ella. Igual que la repentina llamada a la puerta. Por supuesto que lo oyó. No tenía
dañado el oído. Sabía que tenía que contestar. El hecho de que no pudiera reunir la
energía necesaria para decir « pase», no alteraba en absoluto su capacidad mental.
La puerta se abrió y ____ se volvió. El hombre que apareció en el umbral le resultó
vagamente conocido. La parte de su cerebro que funcionaba con normalidad le dijo que
lo conocía. O que, al menos, se lo sabían presentado. No hurgó en su memoria para
averiguar cómo lo sabía conocido, ni siquiera cómo se llamaba; por el momento le
bastaba con saber que lo conocía. Era alto y ancho de espaldas, y tenía el oscuro y
abundante cabello salpicado de gris. ____ hizo un gesto de titubeo, pues no le sonaba
que tuviera canas. Los ojos del hombre eran de color marrón, de un tono muy oscuro...
sí, eso sí lo recordaba. Y si... recordaba su rostro intransigente, su mentón decidido,
su boca firme.
-Hola, tigre -dijo él con suavidad.
¿Tigre? Ella examinó la palabra, frunció el entrecejo y se le encendió una chispa
de recuerdo. Sí, Tigre. Correcto. Así era como él la llamaba. Era un viejo mote, y la
boca de ____ se curvó con una ligera sonrisa. Un mote muy, muy viejo. De cuando tenía
siete años. Los hermosos ojos color azul oscuro de ____ mostraron primero sorpresa, y
después agrado.