Un día le pregunté a mi madre si se acordaba de ti, si sabía qué había sido de tu vida.
«Justin», le dije. «Le llamaba Justin». Ella se quedó horrorizada, me llamó perversa
porque ese nombre significa algo así como adoptado. Te molestaba mucho ese mote?
-Cuando venía de ti, no -su voz, como siempre era suave, hipnótica.
-Pero, ¿y los demás? Los niños pueden ser muy crueles, ¿no te parece?. Yo los oí
que te gritaban «Justin» cuando pasabas y, naturalmente pensé que así te llamabas.
No sabía que eras un hijo adoptivo.
Él se apoyó cómodamente en un sillón y de repente rió con un tono oso qué
cautivó a ____.
-¿Cómo podía molestarme cuando siempre te empeñabas en remediar mis males?
Era una sensación verdaderamente extraña saber que, en todo este ancho mundo, la
única persona .que me quería era una pequeña de piernas regordetas que, desafiante,
se metía en las refriegas para defenderme. Ahora me parece verte, con una mueca
feroz en la cara, regañando a los fanfarrones. Y ¿sabes? Tenerte siempre siguiéndome
los pasos, no favorecía mi imagen en absoluto. Me sentía muy adulto, y perfectamente
capaz de cuidarme solo.
-Bueno, supongo que podías. Creo recordar a algunos de los chicos con un ojo
hinchado de vez en cuando. Nunca me heriste, nunca me dejaste de lado como hacían
los demás.
-Pues menos mal, si no, no me habrías dado tus ahorros, ¿o sí? -con otra de sus
fascinantes sonrisas se puso de pie-. Ven a comer algo.
De pie ante ella, le tendió la mano y cuando ____ la cogió, tiró de ella hasta
ponerla de pie. La parte superior de su cabeza apenas llegaba a la barbilla del hombre
y ella, todavía de su mano, alzó la mirada para mirarlo a la cara. Una cara fuerte y
,dura, carente de expresión, pero que nunca la había intimidado. Tampoco lo hizo
aquella vez.
-Lo siento -se disculpó ____-. He estado divagando, ¿verdad? Ha sido para no
pensar en el incendio y en todo lo demás.
-Lo sé.
Sí, aquel hombre siempre sabría y, de alguna manera, la idea era reconfortante.
____ se las arregló para tomar un poco de la sopa que el ama de llaves le puso
delante, y algunos bocados de filete y riñones, pero sólo porque pensó que la mujer se
molestaría si no probaba nada. En realidad no tenía apetito. En su interior persistía
una sensación de vacío y náuseas, y mientras miraba su plato sin verlo, se le llenaron
los ojos de lágrimas. Con un movimiento súbito y desesperado, soltó el cuchillo y el
tenedor y se enjugó los ojos.
-Lo siento -murmuró-. Yo...
Levantándose de un salto, Justin rodeó la mesa y se puso en cuclillas junto a su