Yo soy yo.

302 22 4
                                    

Yo vivía en un pequeño poblado en el desierto, allí naciste y allí morirás, me decían.

Yo siempre fui diferente a ellos, mis vecinos, yo era más soñador, mi cabeza estaba siempre en las nubes (o eso me decían).

Lo que más me gusta hacer es darme largos paseos a la luz de las estrellas, lo que acarreaba las habladurías de las personas de mi alrededor, que pensaban que yo tenía algún demonio en el cuerpo. No es cierto, yo soy yo, y estoy perfectamente. 

En mi pueblo siempre había la misma rutina, todos la tenían asignada, y ninguno la cambiaba. Era todo demasiado monótono, pero a ellos parecía no importarle.

Una noche especialmente calurosa me removía en mi cama mientras el aire movía las arenas de las dunas del desierto al rededor del pueblo. El calor se me pegaba al cuerpo y, desesperado, decidí salir a dar un paseo.

Antes de salir me lavé la cara, no por tenerla sucia, sino por el frescor del agua. Me miré en el espejo, seguía como siempre: piel cobriza, cabello negro corto y ojos oscuros. Yo me daba cuenta de la reacción de las chicas al verme, muchas suspiraban por mí, pero ninguna me había llamado la atención. Todas eran igual, cascarón bonito sin nada dentro.

Salí de mi casa sin problemas pues mis padres no estaban, y el aire, aunque caliente, refrescó mi piel sudorosa. Miré al cielo y empecé a contar estrellas cuando, de repente, oí un grito y forcejeos, y un silencio inquietante les siguió.

Lágrimas de PlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora