Encarcelado

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Me desperté tirado en un suelo de piedra. Me dolía todo el cuerpo y sentía agarrotados los músculos. Me incorporé lentamente, apretando los dientes al sentir que de mi cuerpo se despegaban cosas, de forma muy dolorosa. De golpe, recordé la paliza y supuse que lo que tenía pegado era mi propia sangre seca.

Un escalofrío me recorrió, y froté mis manos para coger calor.

Miré a mi alrededor con cuidado.

Estaba en un minúsculo cuarto sin ventanas, y el único conducto de ventilación era, en la puerta de la celda, un cuadrado con barrotes.

Una bombilla mal iluminaba mi habitáculo.

Me intenté incorporar, pero las piernas me fallaban. No me sostenían. 

Oí ruido a través de la puerta y me acerqué, o más bien arrastré, hasta los barrotes. Escuché una voz susurrante y pegajosa decir:

-... pasado el tiempo que te di. ¿Dónde está?

Y otra voz, que reconocí como la de Eshu, le respondía nervioso:

-Tengo aquí al portador, solo que no me quiere decir dónde está.

-No me interesan tus escusas. Han pasado tres días con sus noches y no la tengo. Sabes lo que te espera.- oí pasos.

-¡¡No por favor!!- Eshu se estaba desesperando- ¡Dame un día más!

-Tu tiempo se ha terminado.

-¡¡No por favor!! ¡¡¡NO!!!

Oí cómo Eshu daba alaridos, y el sonido ellos me heló la sangre en las venas. Después escuché cómo un fardo caía, y se hizo el silencio. No me equivoqué al pensar que Eshu había acabado de la misma forma que Sayi.

Cuando ya no se escuchaba nada, empecé a oir pasos, y una respiración dificultosa que se acercaba a mi puerta.

Mi corazón se aceleró al saberme encerrado. De repente, escuché a Kantawi gritar mi nombre.

-¡Aquí Kantawi! ¡Estoy aquí!- gemí lo más fuerte que pude. Sus pasos apresurados se escucharon por el pasillo y yo me levanté difícilmente. La cabeza me empezó a dar vueltas. Caí prácticamente sobre la puerta y saqué mi brazo por entre los barrotes de la celda. Él me agarró la mano.

-¿Estás bien?

-Me dieron una paliza y me dejaron inconsciente. Ahora la cabeza me da vueltas... - dije con un hilo de voz.

-No te preocupes. Siéntate. Ahora te sacamos.

Me apoyé sobre la pared y me deslicé hasta quedar en el suelo. Me cogí la cabeza con las manos y las puse sobre las rodillas, cerrando los ojos. Escuche varios tiros que daban a la cerradura, hasta que se rompió, y Kantawi entró en la habitación. Se arrodilló a mi lado y me puso la mano en el hombro.

-¿Addae?

Yo, que seguía abrazado a mi mismo, le hablé.

-¿Cómo me habéis encontrado?- mi voz salió distorsionada, y muy, muy  débil.

-Llevabas un día desaparecido. Fuimos a tu casa y no estabas, nadie te había visto y llamamos a la policía. Las últimas personas que te vieron fue en una pelea, y sobornándolos nos dijeron hacia dónde te habían llevado.

Asentí y levanté la cabeza, y él aspiró con fuerza, como asombrado.

-¡Marc! ¡Marc corre, ven!- gritó. Yo gemí. Parecía que tenía resaca, la cabeza me dolía a horrores.

Oí unos pasos apresurados, y alguien meterse en la habitación.

-¡Oh, Dios! Voy a llamar a una ambulancia- dijo una voz.

-Corre- respondió a su vez Kantawi. Me sentía en un sueño, todos mis sentidos los tenía embotados.- Ad- me dijo. Yo intenté responder, pero mi cuerpo no se movió. - ¡¿Addae?!

Gruñi al final, con esfuerzo. Me levantó la cabeza y me acercó algo a los labios.

-Bebe, es agua. Tienes que beber.-abrí un poco la boca, y él derramó agua sobre ella. No la pude tragar y la escupí.

-Por favor, Ad. Hazlo por mí,  por nosotros, ¿quieres?

Poco a poco, tragué algo de agua.

-Así, así, muy bien.- me susurraba mientras inclinaba la botella. Yo, sorbo a sorbo, me la iba bebiendo.

Cuando me dejó de dar agua, mi cerpo cayó a un lado, y volví a la negrura de la inconsciencia.

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Capítulo dedicado a Celi9425. Sé que es corto y un poquito macabro, pero espero que te guste. Espero que os guste a todos.

Lágrimas de PlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora