Capítulo 7

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Casa de campo de Charasuke e Itachi Uchiha. Varias horas después.

—¡Sueñas si crees que voy a ponerme eso!—espetó Sasuke apartando de un manotazo una corbata verde de gatitos, que fue a parar al suelo. Soltó un bufido. Estaba más irritable que de costumbre, y solo se mentiría a sí mismo si dijese que el beso que se había dado con Hinata aquella mañana no tenía nada que ver. Después de haberla visto totalmente desnuda en los baños termales, besarla solo empeoraba su salud mental.

—¿¡Qué!?—se indignó Kiba, que seguía a lo suyo, abalanzándose de un salto sobre la corbata para rescatarla de la caída—¡P-pero...sí es genial! ¡La use el día de la entrega de mi cinta de shinobi!

—¿Y aun así te la dieron?—se burló Itachi, .

—¡Por supuesto!—se ofendió el Inuzuka.

—No me extraña que no se os acerque ni una sola mujer...—intervino Charasuke, observando con una ceja enarcada las prendas que habían traído Kiba y Shino. El primero, a excepción de un par de chaquetas de chándal con pelitos en los lados, solo tenía llamativas camisetas con caras de gatitos estampados. No pudo reprimir la risa al reconocer una fucsia de tirantes que lucía el logotipo de Hello Kitty—. ¿¡En serio, tío!? ¿¡Tu obsesión gatuna llega hasta Hello Kitty!?

—¿¡Cuál es vuestro problema, Uchihas!? ¡Yo no discrimino entre gatos y gatas!

Cuando logró poner fin a sus carcajadas, Charasuke deparó en las prendas que había traído Shino.

—Aunque, con las tuyas, cazabichos, no lo reconocería ni su propia madre...—dijo—¿Tenéis alguna ley en vuestro clan que os impida enseñar más de dos centímetros seguidos de piel?

—Se llama precaución—se defendió Shino sin alterar en lo más mínimo su tono de voz—. Nunca sabes dónde puede aparecer un mosquito dispuesto a introducirte su saliva en forma de picadura.

Itachi y Charasuke intercambiaron una mirada, antes de estallar en carcajadas, mientras Sasuke rodaba los ojos, exasperado.

—¿En serio nadie ha traído nada de ropa normal y corriente?—bufó.

—Tranquilo...primito—recordó Itachi como debía dirigirse a él—Chara y yo tenemos en casa camisas de persona sin tendencias obsesivas, a las muy malas te las traemos luego.

Sasuke asintió, conforme, mientras se recostaba sobre un sillón y examinaba el lugar en el que se encontraba. El plan inicial había sido ir con Itachi y Charasuke a conocer la cabaña donde iba a alojarse mientras esperaban a que los demás trajesen vestimentas e ideas para disimular su parecido con los Uchiha para que lograse pasar desapercibido, todo acorde a la patraña inventada por Hinata e Itachi. Como este y su hermano Charasuke solían usar aquel sitio para llevar a sus conquistas, el lugar se mantenía en buenas condiciones. Era una casa de campo, con piscina, no muy grande, pero bien acomodada, que pertenecía únicamente a los padres de Charasuke e Itachi, de manera que ningún otro miembro del clan podría molestarlo. Lo único que irritaba a Sasuke era que Itachi no lo hubiese llevado allí primero, en vez de mandarlo a la casa de Hinata.

—¡HOLA A TODOS! ¡YA ESTAMOS AQUÍ!— interrumpió sus cavilaciones aquella voz que tanto lo encendía, al otro lado de la puerta

—¿Estamos?—repitió Itachi mientras se acercaba a abrir la puerta—¿Pero qué...?

Apenas había abierto dos centímetros de puerta cuando Hinata la empujó con una patada con total entusiasmo. No la arrancó de las bisagras, ni tiró al pobre Itachi al suelo, de puro milagro. Sin perder su espontaneidad y su ausencia de vergüenza habituales, la Hyuuga irrumpió en la cabaña con toda la confianza del mundo, seguida de Rock Lee.

Amores que muerden #ShippudenAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora