Capítulo 10

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Dos semanas después

Hinata se reclinó sobre el sillón de su estudio, mientras se masajeaba las sienes, exhausta. Llevaba varias horas hojeando papeles y documentos sobre temas administrativos del clan. Consultó su calendario de reojo; en apenas dos días llegarían los Kobayashi. Por asuntos de la aldea de la arena ajenos a ella, su visita se había visto retrasada, sin embargo, para evitar problemas o adelantos sorpresa, durante aquellas dos semanas, Sasuke había permanecido alojado en la cabaña vacacional de Itachi y Charasuke. Un golpeteo en la puerta atrajo la atención de Hinata.

—¿Se puede?—Hinata reconoció la voz de Azula al otro lado.

—Claro, adelante.

A través del marco de la puerta se dejó entrever la esbelta figura de Azula.

—Aquí tiene su cena, tal y como me pidió, señorita Hinata—indicó inclinándose levemente. Con sus dos manos asía una elegante bandeja plateada con distintos platos cubiertos, que dejó cuidadosamente en un hueco libre en el escritorio repleto de folios.

—Gracias, Azula. Puedes retirarte—sentenció Hinata con sequedad. Estaba demasiado cansada como para esforzarse en ser amable. Aunque, ¿a quién intentaba engañar? Amabilidad y Hinata Hyuuga no eran tres palabras que soliesen ir en la misma frase.

Azula hizo una escueta reverencia y abandonó la estancia sin añadir nada. Una vez se hubo quedado sola, la morena destapó una de las tapaderas para ver su cena. Abrió los ojos con sorpresa al ver que se trataba de omusubi. Una sonrisa nostálgica se posó en sus labios; era una de las comidas favoritas de Sasuke. Tras dar el primer bocado y degustar un delicioso sabor a tomates y atún, su mente comenzó a divagar en lo sucedido durante aquellas dos intensas semanas.

Flash back

—Buenos días, alíen—con su atrevimiento habitual, Hinata interrumpió el entrenamiento de Sasuke. No acostumbraba a avisar de sus inesperadas visitas.

El azabache levantó la mirada, algo molesto por la interrupción, mas decidió no protestar ya que era consciente de que seguramente Hinata le traía algo de comer. Desde aquella noche en la discoteca, Itachi, Charasuke y Hinata se iban turnando para acudir a visitarlo y abastecerlo. Y, aunque no se lo dijeran, también para vigilarlo. Sasuke era consciente de ello, pero lo cierto es que le daba completamente igual. No albergaba malas intenciones contra su absurda y alocada aldea, así que no tenía que esforzarse en ocultar nada. Respecto al tema regresar a su mundo, había conversado con Itachi sobre ello y era un asunto más complicado de lo que podía parecer a simple vista. Hasta donde había podido averiguar Itachi, se requería de un excéntrico objeto circular que servía de puente entre los dos mundos, así como del uso Mangekyo Sharingan. El único y principal inconveniente era que la ubicación de dicho objeto en aquella dimensión era desconocida.

Aquella noticia alteró la sangre de Sasuke, pero hizo grandes esfuerzos para tratar de contener su mosqueo. Perder los estribos no le ayudaría en nada. Itachi estaba convencido de que debía existir alguna pista que lo condujese a la localización del misterioso orbe, pero que, al tratarse de un objeto tan importante y peligroso, dicho lugar debía estar concienzudamente oculto.

—He dicho que buenos días. ¿No tienes modales o qué te pasa?

De nuevo, la irritante voz de la morena que tanto lo encendía.

—¿Tienes mi comida?—espetó el Uchiha con tono agrio.

Hinata hizo una mueca de desgrado ante sus palabras.

Amores que muerden #ShippudenAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora