La vida de Nirvana Kurosawa no era perfecta, todos la veían como una corrupción a tal punto de no acercarse a ella; hasta algunos le temían por su forma de ser, pero eso iba a cambiar. Ella tendrá que soportar una nueva vida en la mansión de los Sak...
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- "¡Sí! ¡Sí! ¡Te digo que todo está bien!"– Contesté al otro lado de la línea, sosteniendo el celular entre mi oreja y mi hombro, ya que con una mano agarraba la crema para la piel y con la otra me la aplicaba en las marcas que me dejo Shu.
Un sonoroso suspiro se escuchó desde la otra línea, - "¿Acaso está mal que tu hermanito se preocupe por ti?" – Estoy 100% segura que está haciendo un puchero.
- "Takumi, estoy bien ¿No te eh escrito todos estos días? Si algo malo pasa, te lo comunicare inmediatamente, promesa de hermana"– Crucé mis dedos por detrás de mi espalda.
- "Bien, espero que no estés causando problemas, recuerda nuestro trato".
- "Y yo espero que ya estés haciendo los papeles para mi nuevo apartamento"–Cerré la crema con su respectiva tapa y la deje encima del mármol del baño.
Su risa se escucha perfectamente, - "De acuerdo. Hablamos luego, cuídate".
- "Igual" – Colgué la llamada.
Deje el celular a un lado y me miré en el espejo, las marcas, o como lo conocen normalmente, los "chupetones" resaltaban notablemente en mi clavícula y hombro; por suerte, la camisa que estaba usando me los tapaba lo suficiente.
Shu no mintió cuando dijo que no era como los demás, él si seguía hablando conmigo, hasta incluso me hace bromas estúpidas respecto a lo que paso la última vez en el aula de música.
La puerta del baño se abrió, pero antes de que pudiera ver quien era un fuerte azote a mi lado me saco de mi zona de confort, haciendo que gritara y me cayera al suelo del susto.
No tenía que mirarle a la cara para saber que era Reiji, cuando nuestras miradas se cruzaron sentí un fuerte escalofrió en mi espalda; estaba molesto, hasta puedo jurar que veo un aura maligna a su alrededor.
Puse una mano en mi pecho, sintiendo mi corazón latir a tope, - Reiji... ¿Qué demonios...?
El me señaló con su látigo, por instinto mi brazo se movió al frente pensando que volvería a dar un azote, - Voy a salir un momento, y por órdenes que me dieron estarás a cargo del lugar hasta que regrese. Cualquier cosa que ocurra será tu culpa y no dudare en castigarte – Me amenazó mirándome cínicamente.
¿Tengo opción? ¡¿Con ese látigo en manos quien rayos le dice que no?!
No esperó una respuesta y se marchó cerrando de un portazo. Yo solo me quede en el suelo con la boca ligeramente abierta, estupefacta por lo que había ocurrido.
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