3. ¡Hola Holly!

4 1 0
                                    

Estaba durmiendo yo tan tranquilamente cuando de repente noto un cosquilleo en la nariz; abrí los ojos y, ahí estaba, mi gata. ¿Porque siempre tiene que despertarme TODOS los días media hora antes de que suene el despertador? Bueno, supongo que será para que le de comida y para que le cambie la arena de la caja, que por cierto la tiene hecha un asco.
Cuando acabé de hacer todo eso, ya se habían hecho las siete y media.
Mi madre se despertó también por culpa de mi gata, se tiro un gas en su cara. Creo que eso es peor que lo que me hace a mi. Mamá bajó y preparo el desayuno, unas tostadas con mermelada de níspero y de beber un vaso de zumo de mango. Después de desayunar, nos fuimos de camino al colegio. Después de dejarme allí, se fue a trabajar. Les conté a todos mis amigos y amigas nada más llegar sobre mi nueva vecina y ellos también querían conocerla.
Cuando empezamos la primera clase, la profesora nos dijo que tendríamos una nueva compañera en clase. Todos estábamos deseando poder conocerla. Cuando entró, quede muy sorprendida, ¡era mi vecina!. Dijo que se llamaba Holly, tenía ocho años y venía de una ciudad de Islandia, Akureyri. Ella era de una estatura mediana, tenía el pelo rubio y corto, con unos ojos de color verde oscuro. El motivo por el que vino a Rusia fue por que su padre encontró un trabajo y su madre porque tenía a su familia aquí. Estuvo diez minutos con su presentación, después se sentó en la mesa de detrás de la mía, quería estar sola.
A la hora del patio hizo lo mismo que en la primera hora, se fue al rincón más oscuro a jugar con las piedras. Mis amigos y yo fuimos a saludarla y intentar hacernos amiga de ella, pero nos miró con una mirada asesina y luego me sonrió como hizo su madre aquel día. Vaya cambios de actitud, pero en el fondo era una persona maja, graciosa y a veces transmitía paz.
Estuve toda la hora del patio con ella, me divertía mucho y ella me contaba cosas de su ciudad. Cuando sonó el timbre, me despisté un poco y al darme la vuelta ya no estaba. Parecía un fantasma. Pasaron las horas y mamá vino a recogerme. Espere unos minutos a ver si salía Holly pero no salió. Le dije a mamá que la había conocido y que estaba deseando que fuéramos a su casa.
Cuando llegamos a casa, olía mucho a caca, caca recién hecha de gato. Mamá y yo nos tapamos la nariz para poder ir a por el ambientador. Después de eso le puse comida a mi gata, un poco de atún. Mamá preparaba un poco de fiambre mientras yo estaba viendo la tele. De repente, se escucha el timbre; abrí la puerta y... ¡Era Holly! La abracé y le pregunté que qué le traía por aquí. Ella me enseñó mi fiambrera, la cual me deje en la hora del patio tirada en el suelo, debajo del banco azul a la izquierda de la portería. Me había olvidado completamente de la fiambrera, pero gracias a dios que Holly la cogió. Después se fue sin decir adiós, solo me sonrió y, pude ver que su madre nos estaba observando desde la ventana de la cocina. Su madre y su padre eran un poco raros y bastante serios.
Estuvimos comiendo y después mamá preparó una bandeja con las galletas para llevarlas. Abrimos la puerta y fuimos a su casa.

Mi VecinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora