Prólogo

37 6 11
                                    

Mi nombre es Mía Eriden, soy una ordinaria estudiante de segundo año de la preparatoria, jamás pude destacar por más que lo intente, tengo pocos amigos y conozco a muy poca de mi familia. Si mi padre pudiera verme no podría creerlo, él siempre decía que yo era alguien con muchos dotes para lograr todo lo que me propusiera, que mi mente era muy profunda y poderosa. Ja, que gran mentira, tan solo un padre entusiasmado con su primer hijo, todo padre ve a su fruto como algo perfecto e inigualable, aunque realmente eso solo ocurra ante sus ojos.

Se supone que yo lo inspire a estudiar el subconsciente humano, supongo que fue mi gran imaginación durante la infancia lo que lo inspiró realmente, no tanto yo. Dedico 10 años de su vida a investigar aquel tema, el solía decir que es el lugar más cercano y desconocido que tenemos como humanos; recuerdos, ilusiones, sueños todo se queda atrapado ahí, fundiéndose, creándonos a nosotros mismos, y aun así poco a poco desaparecen sin darnos cuenta. Dicen que la mente te puede hacer lograr cualquier cosa, puedes viajar en cualquier lado o convertirte en lo que más deseas, es increíble.... Bueno eso es lo que mi padre creía firmemente.

Y lo siguió creyendo hasta el día de su muerte, yo tenía 13 años. En su oficina, un hombre que creía que mi padre no era más que un loco, ya que su esposa había quedado en coma en uno de los experimentos, se encargó de acabar con él frente a mis ojos, una bala a la cabeza y término, quien diría que fue tan sencillo. El día de su funeral era la única que lloraba desconsoladamente, yo sabía que él no hubiera querido eso, hubiera querido que fuera fuerte, que continuara luchando, aun así, no podía parar de lloriquear como la niñita que era. Que podían esperar si me habían quitado a mi mejor amigo, a mi protector, a mi compañero de aventuras, a mi mejor confidente, a mi padre. Por más patético que fuera, llorar era lo correcto.

Ahora que lo pienso que muriera fue lo mejor, así nunca lo decepcione como a todos los demás, y siempre tendré su recuerdo en mi mente, esperando que ella no lo destruya.

Después de aquel incidente muchos de los trabajadores del laboratorio cayeron en coma al igual que aquella mujer y a las pocas semanas murieron, por temor, los que quedaron renunciaron, y como a mi madre le causaba tanto dolor a aquel lugar, decidió cerrarlo. Tantos años de trabajo de mi padre, tanta información tan valiosa sobre el mundo que nos rodea, quedo abandonada e inservible. Nadie ha vuelto a aquel sitio desde hace 3 años, yo por mi parte sigo sintiendo curiosidad todos los días, cada noche antes de dormir al imaginar esta aumenta, por lo que todas las tardes antes de que anochezca, regreso a aquel a el laboratorio a releer el trabajo de mi padre, lo cual me da mucha tranquilidad.

Continuando conmigo, no soy más que una inútil que teme que sus decisiones lastimen a los demás; el problema es que si hago algo mal quiero que solo me afecte a mí, pero por más personal que sea mi fallo siempre término dañado a alguien. Mi madre asegura que solo es un trauma que tengo por la muerte de mi padre y todo lo que paso luego, pero por mas psicólogos que visitamos la idea no sale de mi cabeza, y después de todo es más sencillo fingir cordura que se arregle el problema. Algunas veces creo que sería más fácil desaparecer o morir, y ya sé que aun haciendo eso dañaría, causando dolor o preocupación, pero si lo piensan, al final tarde o temprano me olvidarán y tan solo seré una sombra de recuerdos al igual que mi amado padre...


Insiente®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora