El remordimiento de una tonta

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Estuve haciendo todo lo que en mi realidad no hubiera pensado ni hacer, y otras cosas que siempre quise que pasarán. Pude probar toda la comida de la ciudad, visitar todos los puestos de cosas raras que me gustan. Mi parte favorita es ir al cine más cercano de donde me quede dormida la noche anterior; si, a veces ni siquiera vuelvo a casa, pero nadie me espera igual; ya en el cine veo todas las películas en cartelera y como todas las golosinas que quiero. A veces me gusta pasear en el centro de la ciudad y cuando anochece observar las estrellas desde algún edificio viejo. Y en mis momentos más egoístas entró a las casas más lindas y grandes, en las que siempre soñé vivir, y paso ahí un par de días, jugando a que mis sueños se hacían realidad. Es tan estúpido.

Aunque vivo en una ciudad grande, en un par de meses se ha vuelto aburrida. He decido que viajaré por el país, Ian realmente está entusiasmado, a pesar de estar aquí primero nunca lo pensó. Comienzo a creer que Ian no es tan listo como sus reconocimientos dicen, aun así, es una buena persona y gran amigo. Zut por supuesto estuvo en contra, dijo que sólo le estamos dando ventajas a Minora, que perdemos valioso tiempo. La verdad me da igual, hace mucho que me dio igual, esto es lo que siempre quise, es lo que mejor me funciona. Pero por más que me de igual, sigo escuchando sus susurros, sus palabras silenciosas dentro de mí, sigue creyendo que son incrédula, sigue creyendo que no sé quién es. Incluso hasta ella cree mi mentira.

El país es hermoso. La comida es exquisita. Las personas son innecesarias, son sólo estorbos en mi opinión, ja, eso quisiera haber dicho cuando no tenía un Ian o una Zut. Bueno, ya que a veces, es lindo tener platicas de lo increíble que son algunos mundos con Zut; o contar anécdotas graciosas de la escuela con Ian. Algunas personas, aunque no sean útiles es lindo que existan, supongo, pero yo no soy una de ellas.

Cómo nadie me detiene, ni gobierno, ni pasaportes, ni policía, ni aduana, ni nada de la estúpida realidad. Aquí estoy, sentada en un vuelo a otro país, lista para seguir estresando a Zut, si fuera más ingeniosa, sabría de mis mentiras. El piloto es aterrador al igual que las azafatas, son obras de Minora después de todo, prefiero no verlas a la cara. Ian teme, le teme a todo, yo debo ser valiente por él, cómo papá lo era por mí, y debo mirar las sonrisas aterradoras de los monstruos que me sirven agua, por Ian. Mis mentiras, mis maravillosas mentiras me hacen sonreír, aun cuando tengo ganas de clavarme un cubierto en los ojos para no tener que verlas. Lo peor es que, creo que comienzo a acostumbrarme e incluso disfrutarlo. Qué estúpida.

Algunas veces siento como mi pecho se ataca, no puedo ni gritar por ayuda, como en todas mis pesadillas, y les ruego que volvamos a casa, mi falsa casa. Quisiera que estuviera una falsa mamá, aun con su mal humor, bipolaridad y su constante molestia hacia mí traducida en desatención. Puede que ella no me ame tanto, pero la extraño, es tonto, es muy tonto. La única forma de que pueda volver a salir es llorar, llorar y recordar porque acepte estar aquí. Acepte estar aquí por todas esas veces que me hicieron daño, y por todas las veces que yo dañe. Soy estúpida.

Un día de todos estos días, ni siquiera sé qué día es, ni siquiera sé cuánto tiempo llevo haciendo las mismas tonterías, me asusta. De madrugada oí la voz de ese monstruo, de esa criatura, de esa mujer demente, Minora. Saben, el típico murmullo suyo.

- ¡Esa niña! ¡Es un monstruo! Ya debería poder escucharla, poder sentirla, poder ser ella. ¡Pero, no! No sé cómo lo hace, ni siquiera tiene sentido, pero no la dejaré ganar. ¡No!

Estaba soportando las risas para no despertar a Zut que dormía en el piso, e Ian que dormía en la otra habitación. Llegó el punto en el que no aguante más, solté una enorme risa cuando dijo "nadi mi pidi ginir". Igual Ian y Zut no confían en mi salud mental, aunque aguante mis risas maniacas, y no los culpo, yo tampoco confío en ella, no confiaba en ella desde antes de estar aquí. Luego de que solté mi tremenda carcajada, que si tuviera vecinos hubiesen llamado a la policía. Zut se levantó asustada y con ojos de sapo, Ian entró al cuarto tomando su almohada como arma. Yo me límite a reír un poco más, suspirar y volver recostarme a dormir. Ian me lanzo su almohada, haciendo un gruñido de madre molesta, de esos que hacen las mamás con niños pequeños.

Cuando amaneció, no había nadie en la casa. Al parecer me pase esta vez, seguro fueron a buscar algo para drogarme o por el estilo. Desayuné un poco de cereal con un plátano, llene el plato de leche hasta que esta se derramo por las orillas, llene toda la mesa y el piso, quizá si me estoy volviendo loca, pero me vale. Me tire al piso lleno de leche después de probar mi plato de cereal, estaba exhausta, y no tenía idea del porqué. Ideas extrañas comenzaron a rondar mi cabeza. Quizá ellos no se fueron porque les preocupaba, si no buscar la salida, porque en realidad no me necesitan y ahora soy una simple carga, una asquerosa e inútil carga. Como lo soy en la realidad. Mis mentiras no podrán sostenernos, porque son inútiles al igual que yo. Sigo y sigo pensando esto mientras ató fuertemente la soga al árbol, no quiero que se desate y arruine el show. Después de todo un buen nudo y se rompe el cuello.

Me aburrí de estar hablando sola, ni yo me necesito. Fue preferible ir al cine que continuar con mis estupideces, después de todo una guillotina es demasiado trabajo para una sola tonta. Soy una vergüenza, quizá por eso mi madre nunca me sacaba, derrame mi refresco dos veces sobre mí y entre a ver una película para niños. Comía y comía palomitas, cuando Ian entró presuroso a la sala, y asustado se sentó detrás mío.

- ¿Qué está ocurriendo? -Me murmuró temblando

-Ella acaba de encontrar un libro mágico -Respondí dulcemente.

- ¿Y, contigo? -Pregunto mientras me abrazaba por la espalda.

-Lo de siempre, ser una inútil. -Respondí de nuevo, pero esta vez de manera neutral.

Él solo hizo un sonido de molestia, sabía que seguiría con el típico sermón motivacional. Yo no iba a dejar que me sermoneara como mi madre, no, claro que no. Así que inmediatamente seguí hablando para callarlo, le daría mis razones, estuve practicándolas todo el día, no iba a guardarlas como siempre.

-Pues verás, he llegado a esa conclusión después de un día de meditación. Todos son buenos en algo, deportes, matemáticas, artes, escritura, ciencias. Pero, yo, yo no soy buena en algo en específico, siempre quise ser una científica como mi padre, pero me encanta escribir, y muchas veces también dibujar. Es decir, soy buena en muchas cosas, o eso pensaba. Luego pensé que en realidad no soy buena realmente en ninguna de esas cosas, quizá soy lista, quizá aprendo rápido. La realidad es que por mucho que me esfuerce no soy buena en nada, soy una inútil, y está bien. Por ello estoy aquí, porque ni siquiera soy buena obedeciendo. -Lo explique de una manera tan tranquila.

Ian parece perplejo, no me dice nada, pero me da igual, al menos evite el sermón, solo decide abrazarme. Luego comenzó a llorar, lagrimas brotaban de sus ojos sin parar. Mis ojos se abrieron grandes y las palomitas se salieron de mi boca, yo no me lo esperaba. Solté mis palomitas y yo también lo abracé, me sentí mal, era la segunda persona que hacía llorar y me sentí aún más mal. Él lloraba y lloraba, yo solo le pedía perdón. Quizá él también se sentía culpable, quizá el creía que es su culpa que me sintiera inútil, pero no, puedo hacerme sentir una inútil yo sola, baboso, no necesito de nadie. O igual creía que me voy a matar, pero no, yo nunca pierdo, y aun no le ganó a Minora para poder morir en paz. Al parecer el tontito saca sus conclusiones sin preguntar, no entiende que la muerte que estoy planeando no es la mía, estoy planeando la muerte de Minora. Estúpido. ¡Deja de preocuparte por mí! Igual tenía que calmarlo, o terminaría volviéndose loco como yo. Y no necesitamos otro loco en este lugar.

-Oye, no te preocupes, no voy a hacerme daño. Puede que yo sea un verdugo, pero no mi propio verdugo. -Le dije con una amable sonrisa.

Quizá mi sonrisa para él no pareciera amable, más bien aterradora, pero cada quien ve lo que quiere. Ian se tiró en su asiento y se puso a pensar en silencio, al parecer no entendió o le dañe el cerebro. Yo seguí viendo mi película comiendo palomitas del piso, igual si muero de salmonelosis, moriré con honor.

Querida madre, esto cada vez se pone mejor. Si estuvieras aquí quizá también dudarías de mi cordura, como yo lo hago, pero aquí no hay ni psicólogos. Así que madre, tendrías que darme electroshocks tú misma. Te amo. Presiento que todo irá bien, mamá, deséame suerte.

~Con amor Mía 

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