Tómas de Aquino, filósofo del siglo XIII, escribió "Dentro de cada alma existe una sed por felicidad y significado". Comencé a sentir esa sed cuando era adolescente. Deseaba ser feliz. Quería que mi vida tuviera significado. Me acosaban esas tres preguntas básicas que obsesiona a cada ser humano: ¿Quién soy? ¿Por qué estoy aquí? ¿Adónde voy? Quería respuestas, así que como joven estudiante, comencé a buscarlas.
Donde me crié, todo el mundo parecía religioso, así que pensé que podría encontrar mis respuestas siendo religioso. Entraba a la iglesia ciento cincuenta por ciento de las veces. Iba cada vez que se abrían las puertas: mañana , tarde y noche. Sin embargo, debí haber escogido mal la iglesia porque me sentía peor adentro que afuera. De mi formación en una hacienda en Michigan heredé un sentido práctico rural que dice que cuando no da resultado, hay que eliminarlo.
Por lo tanto descarté la religión.
Entonces pensé que la educación podría tener las respuestas a mi búsqueda de significado, así que me matriculé en una universidad. Pronto me convertí en el estudiante más popular entre los profesores. Los abordada y detenía en sus oficinas y los acosaba por respuestas a mis preguntas. Cuando me veían venir apagaban las luces, bajaban las persianas y cerraban las puertas.
Uno puede aprender muchas cosas en la universidad, pero no encontraba las respuestas que estaba buscando. Los profesores y mis compañeros de estudio tenían tantos problemas, frustraciones y preguntas sin respuestas como yo.
Un día en el campus vi a un estudiante que vestía una camisa con un letrero "no me sigas. Estoy perdido". Así me parecía todo el mundo en la universidad. La educación, decidí, no era la respuesta.
Comencé a pensar que quizá encontraría la felicidad y significado en el prestigio. Descubría una noble causa, me dedicaría a ella y, en el proceso llegaría a ser bien conocido en el campus. Las personas con más prestigio en la universidad eran los líderes de los estudiantes, los que también controlaban el presupuesto. Así que obtuve varios cargos de estudiante . Fue una embriagadora experiencia conocer a todos en el campus, tomar decisiones importantes, gastar el dinero de la universidad consiguiendo los oradores que quería y el dinero de los estudiantes para organizar fiestas.
Aún así, la emoción del prestigio desapareció como todo lo demás que intentaba. Me levantaba el lunes por la mañana, casi siempre con dolor de cabeza debido a la noche anterior, temiendo enfrentar a otros cinco miserables días. Soportaba de lunes a viernes, viviendo solo por las noches de fiesta los fiestas, sábados y domingos. Entonces el lunes comenzaría de nuevo el ciclo carente de significado.
No quería revelar el secreto de que mi vida no tenía sentido; era demasiado orgulloso para eso. Todo el mundo pensaba que era el hombre más feliz del campus. Nunca sospechaban que mi felicidad era una falsedad. Dependía de mis circunstancias. Si la cosas iban fantásticas para mi, me sentía fantástico. Cuando las cosas iban pésimas para mí, me sentía pésimo. Solo que no lo demostraba.
Era como un barco en alta mar, lanzado de un lado al otro por las olas. No tenía timón... ni a alguien que viviera de forma diferente. Estaba frustrado. No, era peor que eso. Existe un término duro que describe la vida que estaba viviendo: Infierno.
Por aquél entonces, noté un pequeño grupo de personas, ocho estudiantes y dos profesores, que parecían diferentes a los demás. Parecían que sabían quiénes eran y adónde iban. Ademas tenía convicciones. Es estimulante encontrar personas con convicciones y me gusta estar a su alrededor. Admiro a las personas que creen en algo y adoptan una postura al respecto, aun si no estoy de acuerdo con sus creencias.
Me resultaba evidente que esas personas tenían algo que no tenía yo. Eran extremadamente felices. Y su felicidad no dependía de los altibajos de las circunstancias de la vida universitaria; era constante. Parecían que contenían una fuente eterna de gozo, y me preguntaba de dónde procedía.
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Mas que un carpintero
SpiritualEl escéptico Josh McDowell pensaba que los cristianos estaban "locos". Los ponía en ridículo y los insultaba, entonces decidió combatirlos con sus propias investigaciones detalladas a fin de refutar las afirmaciones de Jesucristo. Para su sorpresa...