Capítulo 1

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Firma de autógrafos

Había sido un día difícil pero provechoso, Johan tenía las manos adoloridas por la firma de tantos autógrafos. Recogía sus pertenencias mientras su nuevo chofer esperaba cerca de la puerta para llevarlo de vuelta a casa.

Miraba una y otra vez hacia la entrada. Había pasado tanto tiempo viendo de reojo a la gente acercarse que se le había quedado la ligera impresión de que alguien se aproximaba. Trataba de acomodar todo el papeleo para dejar todo impecable. La idea de dejar todo revuelto entre plumas y papeles rotos le desagradaba. Bastó con juntar todo sobre la mesa para después deslizar su brazo y dejar caer todo dentro del bote de basura.

En un movimiento apresurado logra levantarse de su silla mientras coloca debajo del brazo una pequeña agenda con una docena de papeles garabateados con fechas y números telefónicos que el mismo intentara descifrar más tarde, miraba preocupado el reloj mientras daba largos pasos para salir del centro comercial.

Estaba a unos escasos metros de subir a su limusina cuando una voz interrumpe su andar.

— ¡Señor Johan! — exclamó la voz.

Johan volteó la cara sin dar importancia a la persona que se acercaba. Era una mujer de aproximadamente sesenta años que llevaba consigo una copia de su libro. Tras pensarlo unos segundos Johan intuyo que se trataba de una fan no muy convencional pues sus seguidores solían ser más jóvenes. Sin darle más vuelta al asunto saco una pluma del bolsillo con la clara intención de firmar lo que sería así su último autógrafo de la noche.

— ¡Para usted! — dijo la mujer.

Johan no muy acostumbrado a recibir sus libros de vuelta decidió tomarlo sin dar tanto interés al asunto pues había pasado todo el día en aquél lugar y sólo tenía en su cabeza regresar a casa.

Antes de poder decirle algo a la mujer ésta desapareció, Johan miró sobre el techo de la limusina para intentar encontrarla entre un montón de jóvenes que cruzaban la calle haciendo bromas entre empujones y risas. La mujer se había esfumado misteriosamente de la misma manera en que llegó. Johan levanto los hombros totalmente confundido, entro a la limusina dejando todo en un acontecimiento extraño para el y para su chofer.

— Ignorelo — comentó el chofer.

— Me pregunto cuanta gente termina como esa, insatisfecha por que un libro no logró superar sus expectativas. No existen libros perfectos mi estimado Raúl, no importa cuantas veces uno lo intente siempre habrán clientes insatisfechos, independientemente del trabajo la crítica se encargará de hacernos pedazos sin ponerse a pensar en lo difícil que es para nosotros escribir un pequeño párrafo. Aquella mujer ahora ha gastado $300 pesos que bien pudo haber aprovechado de otra manera.

— Olvidelo Señor — contestó Raúl intentando consolarlo. ¿Que puede saber una mujer al respecto?

— Quizás más de lo que te imaginas. Alguna fuerte razón debió tener para regresarme el libro. Pero eso no lo sabremos a menos que volvamos a verla de nuevo.

— ¿La sola opinión de una mujer importa? — preguntó Raúl.

— Si yo tuviera oído para escuchar a cada uno de mis fans lo haría.

— Mirese, ahora tiene la vida que ha soñado, como puede importarle lo que una mujer sexagenaria piense al respecto, seguramente no tuvo ni siguiera ojos para leerlo. Es el famoso lector que compra y después no busca que hacer con el libro así que decidió regresarlo en vez de que este acabe sobre una mesa acumulando polvo.

— Por lo mismo, pagó un precio por él. Debí pensarlo mejor antes de tomarlo de vuelta, el más bajo insulto a un escritor es regresarle su libro sin nada mas que decir.

— ¡No es para tanto, diría yo!

— Lo entenderias si estuvieras en mi lugar. Intentemos encontrarla, quizás tengamos suerte y no esté lejos todavía.

Raúl el chofer dio un par de vueltas por el rumbo intentando encontrar de nuevo a la mujer, pero fue inútil entre toda la gente que caminaba a prisa. Las calles estaban abarrotadas por negocios apunto de cerrar, así como otros que ya habían bajado sus cortinas.

Se detuvieron en un semáforo, la luz estaba a punto de cambiar de rojo a verde cuando Johan logró percatarse de la mujer que iba ahora del brazo de un joven. Logró bajarse rápidamente de la limusina entre frenones, gritos y los ruidos de los claxons de los automóviles que cruzaban velozmente rozandole los pantalones mientras intentaban esquivarlo.

— ¡Señor, suba al auto! — gritó Raúl.

Johan estába decidido a obtener una respuesta al menos, pero la mujer se perdía cada vez más entre la gente que cruzaba por las calles. Era difícil alcanzarla entre la multitud que venía en sentido opuesto, empujones y jalones no le permitían a Johan avanzar rápidamente. Gritó fuertemente pero fue inútil, el ruido de los autos era tan alto que era imposible incluso para el escucharse a sí mismo. La mujer había dado vuelta, Johan logró llegar a la esquína pero no sirvió de nada, ahora la mujer se había perdido y Johan no sabía que camino tomar. 

Raúl llega hacia donde Johan se encontraba totalmente exaltado.

— Vamos Señor, aquí no hay más que venteros y bandidos a la espera de gente perdida para aprovecharse de ella.

Johan subió a la limusina más preocupado todavía. Jamás supo las intenciones de la mujer. Pero para su desgracia pronto lo averiguara y no le parecerá nada agradable.

Basada en hechos realesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora