Todo ocurrió esa oscura noche de Septiembre, los años degradaron mis recuerdos a tal punto que me es difícil recordarlo con claridad, pero nunca podría olvidar esa escena. Mi propia hermana, sosteniendo un arma cargada frente a las narices de nuestros padres. Antes de que a la pequeña niña que era, le diese tiempo a reaccionar, ambos cuerpos cayeron sin vida sobre la fría acera. Nuevamente, sin tener un momento para volver a reaccionar, un arma apuntaba firmemente entre mis ojos, sabía que ahí terminaría todo. Con la cara empapada de todas las lágrimas que una niña de 8 era capaz de soltar, me quedé allí, quieta, esperando a oír el sonido de la bala atravesando mi cráneo. Pero nunca llegó. Levanté la cabeza y observé como la mano de mi hermana temblaba, limitándose a golpearme con la pistola, dejándome una fuerte jaqueca. En ese momento, contemplé la oportunidad de escapar, de pedir ayuda. Me levanté y con todas mis fuerzas corrí, intentando que esa traidora a la que llamaba hermana desapareciera lejos de mí, pero antes de poder siquiera percatarme si me perseguía choqué contra una gran silueta oculta en la oscuridad de la noche. Con sus intimidantes dos metros de altura y sus brillantes ojos rosas se volteó a verme, fue allí cuando desperté en la cama. Nuevamente había vuelto a tener ese horrible sueño que rozaba a ser una de mis peores pesadillas.
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Me refregué los ojos y me levanté de la cama. Los efectos al soñar lo mismo frecuentaban a ser iguales, mis ojos ardían y mi estomago gruñía más de lo habitual. Bajé la escalera y noté que él estaba en la cocina, preparando el desayuno como de costumbre. Intentando que no se percatara de mi presencia caminé lentamente para tomar uno de esos panes recién horneados que estaban reposando sobre la mesa. Antes de poder concretar mi plan, el conejo volteó y me golpeó levemente en mi mano con su espátula, alejando mis manos y obligándome a sentarme. "Aly, ¿Qué hemos estado hablando respecto a esto?" me rezongó con únicamente la mirada. Yo levanté la mirada algo frustrada y respondí "Que desayunamos todos juntos, sin objeciones". Él pareció satisfecho con mi respuesta y se sentó junto a mí, con una enorme bandeja de delicias para desayunar. Yo no esperé ni un segundo y le entre a toda esa comida, pero como un padre, el conejo me miró con una cara de disgusto. No podía creer que tuviéramos que pasar por lo mismo cada mañana. Levanté mis manos e intenté comer "educadamente", nuevamente satisfaciéndolo con mi respuesta. Irónicamente, él nunca comía lo mismo que yo, solo mascaba unas verduras del huerto y listo. Todas las molestias que se tomaba solo para darme un desayuno que en mi casa tal vez nunca habría visto. Cuando tenía el sándwich de jalea casi en mi boca, lo alejé un momento y le susurré "Gracias", con dulzura, recibiendo una cálida sonrisa de su parte.
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Al acabar, me levanté de la mesa y agradecí cordialmente por el apetitoso desayuno. Me dirigí a la puerta y salí a contemplar el hermoso jardín del conejo blanco. Inhalé ese fresco aire que no había en la superficie y observé como todas las mañanas ese hermoso reino que se encontraba en las lejanías. Un hermoso y colorido reino de colores rubí que acariciaba con simpatía la vista. Me recosté y sentí el hermoso césped tocar mi piel, cada centímetro de ese país me maravillaba. Cerré mis ojos por un momento, intentando disfrutar los sonidos de mí alrededor, hasta que algo, o más bien alguien, me interrumpe. Al abrir los ojos vi a una mujer de vestido de corazones observándome, levanté mi mano lentamente y la saludé con una sonrisa, ella me devolvió el saludo tan elegantemente como siempre. "Mi pequeña Alicia, ¿Cómo te encuentras el día de hoy?" me preguntó ella, yo no pude hacer más que sonreírle y responderle con la verdad. "Ahora que estás aquí, mucho mejor" bromeé, esa dulce mujer era quien me había abierto los brazos cuando nadie más quería hacerlo, era la única que había visto bondad en mi débil corazón de niña destrozada. Irish, la reina de corazones, aquella mujer que tenía un lugar para todos en su único corazón que valía de verdad. "Te veo nerviosa, mi niña. ¿Qué te sucede?" preguntó ella, sentándose a mi lado. Yo descansé la mano en el césped y la apreté con un poco de fuerza. "Yo... he vuelto a tener esas pesadillas" respondí temerosa de su preocupación, pero sorprendentemente solo apoyó su gran cabeza sobre mis cabellos dorados. "Descuida mi niña, son solo sueños, no hay nada real allí que pueda hacerte daño" me consoló como lo haría una madre con su hija angustiada. Yo no pude evitar dibujar una pequeña sonrisa en mi rostro y acurrucarme junto a ella, buscando algo de su calor. "Lo lamento, enserio lo lamento" le repetí, mientras mi sonrisa se tornaba en tristeza y mis ojos se llenaban de lágrimas como las de aquella niña pequeña acorralada entre la pistola y la pared. No recibí respuesta alguna, solo un dulce beso en mi nariz. "No dejes de ser nuestra Alicia" me dijo, llegando a parecer más una petición. ¿Qué estaba haciendo? No podía seguir así, no podía seguir mintiéndome a mí misma, tenía que soltar la verdad. Coloqué mi cabeza entre mis rodillas y las abracé. No podía seguir creyendo que todo iba a estar bien, aunque ella eso quisiese que hiciera. No podía seguir fingiendo que ellos seguían ahí, estaba sola. Por mi culpa estaba sola. Por mi egoísmo estaba sola. Dejé caer mi mano y apreté con fuerza esas flores marchitas que yacían debajo de mí.
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Las Cronicas de las Maravillas
FantasyEra la decadencia de la que alguna vez fue la Alicia que todos amaban. Las exageraciones llevan a malentendidos, y los malentendidos a disputas, las disputas al odio, y del odio al quiebre total. Alicia será la única responsable de volver a juntar t...