Capítulo 2

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—Bien, ¿qué dice aquí? —preguntaba Jin a Jimin, mientras ponía sus dedos en contacto con la escritura en braille, como había estado haciendo alrededor de una hora.

El menor tocó con cuidado la escritura, con el ceño fruncido, como si no pudiera entenderlo del todo.

—Kim Seokjin —contestó Jimin sin siquiera pensarlo.

—Ni siquiera lo leíste bien —se quejó el mayor.

—Siempre me pones tu nombre como última prueba, como si no me lo supiera de memoria —le dijo el chico, frunciendo el ceño.

—Es para que te lo puedas aprender —explicó Jin —; sin embargo, juro que esta vez no es mi nombre. Prueba de nuevo.

Con un suspiro, Jimin puso de nuevo sus dedos sobre la escritura y se quedó unos segundos analizando las letras.

—Kim... Nam... ¿Joon? —dijo, con duda en su voz —. ¿No es el nombre del psicólogo? —cuestionó el chico.

—Vendrá hoy —asintió Jin, a pesar de que el otro ya lo sabía.

El otro simplemente bajó la cabeza, casi con tristeza.

—No necesito un psicólogo, necesito al chico cantante del parque —murmuró.

Jin no supo qué decir ante aquello. Era devastador el hecho de que el chico hubiera desaparecido sin más, de un día para otro, dos semanas después de que se hubieran encontrado con su bella voz. Y ahora simplemente no estaba. Se había ido, había desaparecido sin dejar rastro alguno, como si no hubiera existido; y lo peor del caso es que ni siquiera sabían su nombre para intentar localizarlo de esa forma. No había nada que supieran de él.

Y ahora, después de casi un mes desaparecido, no había vuelto, a pesar de que Jimin y Jin lo esperaban hasta que todos se iban del parque, porque muy en el fondo el menor tenía fe en que regresaría. No podía hacer que se enamorara de su melodiosa voz e irse como si nada. Eso era demasiado cruel, y más cruel aún era ni siquiera saberlo. Había sido una lástima que Jimin nunca se hubiera atrevido a hablarle; quizás las cosas serían diferentes entonces.

Fue días después de su partida que Jimin comenzó a tener noches pésimas donde no podía dormir, y si lo hacía parecía que ni siquiera descansaba como debía. Durante el día, apenas sonreía, y ni siquiera los chistes malos de Jin le sacaban una sonrisa; tampoco había querido intentar dibujar de nuevo, pues cuando lo hacía se frustraba a tal punto que terminaba llorando, lamentándose por no poder ver. También escuchaba música triste, como si con ello pudiera calmar un poco sus pensamientos destructivos, pero lo cierto era que empeoraba las cosas.

Después de un rato de seguir practicando braille, una de las criadas entró al estudio de Jimin, donde él solía pintar y dibujar antes, y donde actualmente le gustaba estar más que en otro lugar.

—El señor Kim llegó —anunció ella —. Está en la sala.

—Haz que pase, por favor —pidió Jin amablemente, sonriéndole.

Ella asintió y se fue. Segundos después, el psicólogo entró en el estudio, con su traje medianamente formal, que constaba de una camisa blanca de manga larga con las mangas dobladas, unos pantalones de vestir y unos zapatos negros impecables, llevando siempre su maletín con él, que parecía más bien una mochila.

Podía parecer demasiado ordinario, pero lo cierto es que era uno de los doctores mentales mejor pagados de Corea. Se había graduado en la mejor universidad del país con honores, siendo un año menor que los de su generación. Era un hombre realmente inteligente, y a pesar de que fuera joven tenía mucha experiencia y muy buena reputación. Por eso los Park lo habían contratado, porque además de que el dinero era algo que les sobraba, siempre procuraban darle lo mejor de lo mejor a su único hijo.

Falling In Your Voice [Kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora