Realidad: Existencia aburrida.

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Alana soñaba con mundos singulares, imaginaba gatos en el espacio bailando bajo luces psicodélicas y atragantadose de helado estelar.

Pero luego los escucho, las voces del médico y de su madre, murmurando acerca de secuelas, una de ellas la de perder la capacidad del habla.

Alana odiaba la idea de perder su voz, le costaba inspirar y la lengua le pesaba como carne fofa.

Debía manifestarse pero, ¿Cómo si sus labios estaban sellados con cemento de secado rápido?

Al final fueron las lágrimas las que le ayudaron, siempre pensó en los sentimentalismos con desde, pero en aquel instante precisó le salvaban (un tanto) la vida.

—Mire eso doctor, ella está llorando—proclama Rose en un tono estridente.

Alana se concentra y abre los ojos, lo primero que observa es a un hombre de aspecto cruento de ojos azul pálido y cabello engominado.

—Bien—inquiere el hombre mientras se mordisquea los secos labios—. Aún tenemos que examinarla, así que no se ilusione de más señorita Sparks y aunque le moleste, me temo que tendrá que salir, su hija será sometida a un examen neurológico detallado y posteriormente tendrá que pasar con el psiquiatra para que le valore; solo para estar seguros de que no hay rastros a ataxia, hiperreflejos o afasia, entre otras cosas—hace comillas con las manos mientras dice "seguros", como diciendo que nunca se puede estar confiado de nada.

Rose le mira ofuscada, pero se queda callada con las manos apretadas contra las caderas, igual que una niña pequeña a la que le han negado comer galletas.

•••

Se vio obligada a avisarle que la "niña" había despertado, a pesar de que no quería.

El silencio incómodo imperó sobre ellos una vez se vieron.

Rose fingió que realizaba una operación importante en su celular. Mientras que Jhonatan no dejaba de reflexionar, ¿cómo se suponía que podría acercarse para charlar?

A diferencia de ella, la vista de él estaba clavada en cada una de sus acciones, porque cada vez que la miraba, veía en ella a aquella niña de trenzas, delgada como una espiga, trotando hacia él con el andar de un corzo, dormida entre sus brazos, rodeándolo en un manto del más suntuoso de los afectos...

Rose levanto la vista por unos segundos de su celular, con cierta curiosidad y sus miradas chocaron, el sonrojo que invadió sus mejillas, hizo que Johnny esbozara con la comisura de la boca una media sonrisa, misma que falleció en un suspiro una vez ella retiró la vista y volvió a textear con indiferencia.

Una parte de él lo entendía, ella no deseaba verle porque le dolía, Rose que le había salvado de tener que seguir viviendo en casa con su madre, ella le acompañó durante procesos difíciles y días grises, y el se lo pagó con aquella terrible injusticia.

Fue un tonto y por ello añora regresar al tiempo donde su ex mujer era una chiquilla de 16 y él un tonto de 17, aquel día en el cual se encontraban justo así, el uno frente al otro, temblando de lo nervios, con ella mirando al piso y él tratando de lucir seguro apoyado contra un pilar a la entrada de la escuela mientras se revolvía el cabello.

Fue el día que después de leer a Márquez, todo estuvo claro, gracias a Gabo tuvo el valor de invitarla a tomar helado, por absurdo que parezca, en aquel entonces era toda una odisea y jamás olvidaría aquella frase:

"Dile que si, aunque te estes muriendo de miedo, aunque después te arrepientas, porque de todos modos te vas a arrepentir toda la vida si le contestas que no."

«Si que te has arrepentido, ¿cierto Rose?» pensó Jhonatan, pero que más daba, que podía perder al intentar conversar con ella, si ya lo había perdido todo.

—Eres una pelirroja a la que le faltan las pecas—comenta Johnny, citando las palabras exactas con las que se acercó a ella por primera vez en el instituto.

—Tu tienes más pecas que piel, así que supongo que estamos iguales—responde ella en automático.

—Es que estamos hechos el uno para el otro—los ojos azules de ella se anegan en lágrimas.

—Eso llegue a pensar—murmura y bruscamente gira la cabeza hacia un lado mordiéndose el labio inferior con vigor.

—Rosa Fresa—susurra y siente como sus manos tiritan, ya no es un chico pero lo que siente lo experimenta casi como si fuera la primera vez—. Lo siento, se que ya te lo he dicho antes, pero no se que más hacer, te lo escribí tantas veces y lo envié en email, cartas y sin importar cuantas rosas comprara, tú nunca me escuchabas y...

Ella le tapa la boca con la mano, mueve la cabeza hacia los lados en señal de negación y aprieta los párpados.

—Ya sabemos el final de la historia Johnny, no hay que perder el tiempo intentándolo—dicho esto, aparta la mano, da media vuelta y corre hacia el lado contrario.

«Siempre tan dramática, no has cambiado Rosa» dice para sus adentros Jhonatan, quiere correr tras ella, mas sabe de antemano que eso es lo contrario a los deseos de Rose.

La canción del desayuno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora