Bajarle un ramo de estrellas del firmamento luminoso sólo para verla sonreír. Entregarle una burbuja de cristal envuelta en colores sólo para hacerla latir. No se puede entregar un diamante a lo que brilla incesante en la luz prístina de una Esmeralda. Y, sin embargo, me arriesgo a entregarle hermosas perlas para que adornen sus caderas y a su cuerpo le den más luz.