Las personas al momento en el que comienzan a leer... Lo hacen solo en busca del final feliz que no poseen sus vidas.
Como era el caso en un universo lleno de héroes y poderes.
Como era el caso en la vida de aquellos que fueron defraudados por quienes más admiraban.
Como es el caso de está historia.
Así que, querido lector... Yo ya he dicho.
— ¡Aww~!, ¡Que aburrido!. Solo soporto dos cortes en la yugular... —pronunció con burla el chico de ojos heterocromaticos, al ver como su presa dejaba de forcejear ante el apretado agarre de hielo sobre él— ¿Saben? Me estoy comenzando a aburrir. Será mejor irnos, Izuku-Senpai.
— ¡Callate de una puta vez, Shōto! —Grito realmente irritado un peli-verde de ojeras bajo sus esmeraldas vacías.— ¡Kirishima, métele una roca por el culo a ese cabrón para que ya se calle!.
— Que mas quisiera, Izuku-Kun. —Sonrió satisfecho el azabache, retirando su brazo completamente "duro" del cuerpo inerte de un guardia de seguridad.— Pero, necesitamos de ese cabrón por el momento.
— Tsk. —Chasqueo la lengua, con severa molestia. Aún no desarrollaba muy bien su "Quirk" que había llegado con retraso así que, si necesitaba de ese estúpido bi-color.
— ¡Ay~! ¡Izuku-Senpai, no se moleste! —el heterocromatico, cambio su tono de voz a uno muy chillón.— ¡Puedo meterme yo mismo la roca si usted lo desea!. —El peli-verde chasqueo la lengua ante el cambio de tono de voz usado. A pesar de que siempre se había comportado así desde que tuvieron aquel primer encuentro, Izuku seguía disgustandole el "fantasioso amor" que éste le tenía.
— Si, si. —suspiro.— Por ahora, no necesitamos la roca. —señalo la enorme puerta de acero reforzado frente a él.— Abre la puta puerta si quieres un premio. —sonrió de manera pícara, mientras sus brazos se cruzaban sobre su pecho.
Shōto lamió sus labios mientras cerraba los ojos, y se abrazaba a si mismo. Su levemente notable sonrojo y expresión, daban a entender que en cualquier momento sufriría un orgasmo.
— Como órdenes, Izuku-Senpai. —se coloco frente a la puerta, y tras colocar su palma izquierda sobre el frío acero y un "Crack", la puerta a cada lado caía de manera lenta. — ¡Listo~!. Solo espero que la pequeña bomba chillona, halla logrado sobrevivir. —escupió con recelo.
Sabía perfectamente por quien iban, y de quien se trataba. Y pensar que Izuku se había tomado el tiempo para ir por su rescate, le hacía sentir molesto. Bueno, sacaría algo de provecho con las "recompensas" que su amado peliverde le daría.
— Y hablando del Rey de Roma... —hablo Kirishima mientras se escuchaban unas fuertes detonaciones a cada paso que se acercaban a una puerta aún más grande que la que anteriormente habían derrumbado.
— Vaya, cada día me sorprende más Kacchan... —Izuku se deleito con cada explosión que retumbaba en aquel pasillo.
— Si, si.
— Shōto, tus "mariconadas" por favor, en otra parte. —dijo Izuku irritado.— ¡Kirishima-Kun, tu turno!
— No. —nego de inmediato El azabache.— Yo ya acabe con los estúpidos de atrás, mientras aquel imbécil jugaba.
— ¡Oye! —grito Shōto indignado.
— Escorias, tengo que hacerlo yo. —enseguida saco una especie de USB, y la coloco en alguna entrada de la puerta con seguridad digital.
Uno, dos, cuatro soniditos y la puerta se abrió.
— Ja, cerebrito. —chilló Kirishima pasando de lado a Izuku.— Wao, vaya espectáculo Bakugo.
— Te tardaste, Kacchan. —le siguió Izuku.
Shōto, en cambio solo pateó uno de los cuerpos descuartizados que estaban en el suelo, mirándolo enojado y con aparentes ganas de llorar.
El escenario no era nada fuera de lo normal.
Solo era una especie de lugar para experimentos, lleno de sangre, con todos los cuerpos- de hombres y mujeres-, completamente desmembrados y calcinados en el suelo.
Si, todo simple.
— I.. Izuku-Chan... —Gimoteo un rubio cenizo, cubierto de heridas, y atado de brazos y piernas a una mesa de aparente tortura. A cada Lado estaban unos tipos en bata, quemados, casi incinerados, con partes del cuerpo amputados. Mientras que el suelo completamente rojo no dejaba de ser atractivo.
— Pude hacerlo mejor. —murmuró con un puchero en sus labios, Shōto.
— ¡Hey, Shōto libera a Kacchan! —grito Izuku mientras tomaba unas carpetas a los lados de donde se encontraba El rubio cenizo.— «Telequinesis...» —leyó pasando las hojas.— Estúpido Kacchan, no te atrevas a ser mejor que yo, ¿EH?
El rubio cenizo con esfuerzo asintió.
— Ah... Si, un día no eres nada llega un idiota a decirte: “¡Serás el mejor héroe, déjame ayudarte! ” —Chilló de manera molesta.— Y, ¿Qué? Cinco minutos más tarde estás amordazado y desnudo frente a un montón de extraños... —parecía que su mente le estaba traicionando, pues todas las imágenes de aquello que vivió, pasaron frente a el como si de una cinta de vídeo se tratase. — ¡Oye, Shōto! ¿Ya hiciste lo que te pedí? .
— Si, si. —bufo molesto, pateando el cuerpo muerto frente a él. — Estúpido Bakugo —Mascullo por lo bajo.
— Shōto...
— ¡Que ya voy! —grito molesto una última vez antes de dirigirse a sacadas hasta donde le indicaron.
El cenizo, lleno de moretones, picos y cortes, tiritaba frenético. Tenía frío, y su estado tan pálido demostraba su estado físico.
Shōto quería escupirle en la cara. Pero no lo hizo.
Bakugo comenzó a llorar después de que su primer brazo fue liberado.
— Sho... Sho-Chan... —gimoteo en voz baja Bakugo.
— ¿Qué se te ofrece? —escupió molesto, liberando la otra muñeca del cenizo.
— Estoy feliz de que vinieran a rescatarme... —levanto la vista mientras que sus mejillas se sonrojaba levemente, embelleciendo su rostro a juego con sus ojos rubí. De manera inocente; como un niño pequeño, Bakugo limpio sus lágrimas con su dorso, despeinando por inercia su cabello.— Gracias...
Shōto sintió un nudo en la garganta. Y sonrió.
«Sonrió como nunca solía hacerlo. »
— También estoy feliz, pulga explosiva.
Ahora tenía un nuevo propósito.
Si Bakugo se iba a interponer entre él y Midoriya...
¿Qué tan bueno sería acabar con aquella cara tan inocente?
«Sin contar... Que las cosas, darían el giro menos inesperado en sus cuerpos...
Cuando quedaron inertes sobre el pavimento. »
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× ᴍɪs ғᴇᴛɪᴄʜᴇs × |τσ∂σвαкυ|
Fiksi Penggemar«Sería una desgracia que los demás estúpidos conociesen nuestro secreto. » Las palabras de Shōto se desvanecían cual azúcar en su paladar. Se distorsionaban como si se estuviera hundiendo en un profundo mar. Ah, estaba extasiado. Su saliva recorr...