Los sentimientos humanos son amorfos. Únicamente los niños pueden decir si el amor tiene forma de nube, de sol o de estrella, porque al dibujarlos todos lo hacen de maneras distintas y con diferentes colores. Las personas no pueden sentir al amor, el odio o el dolor de la misma forma; es por eso que cuando intentamos plasmarlos su reflejo en el arte es tan diverso. Algunos tratan de calificarlo, se hacen llamar críticos solo por conocer una alta gama de él. Son muy atrevidos al juzgar, porque los susurros de las almas no necesariamente van al mismo compas y solo unos cuantos afortunados encuentran calidez en la disonancia de nuestros latidos. Por eso escribo, intentando hacerlo tan sencillo como Benedetti y tan fuerte como Cortazar. Aunque sacando mi lado atrevido, solo me quedo en intentos, de esos que cansan y permiten llenar todo con nuevas nubes, soles y estrellas.