Paint me ू° Vkook

III

『Tercera estación: rojo』

Este día de agosto, yo sé que fue de tus favoritos.

Cumplíamos cinco meses de noviazgo, cinco meses en los que me habías pintado tiernamente de amarillo. Y me había sentido todo el tiempo como si estuviera en una especie de primavera, a pesar de que no lo era. Me había sentido naturalmente feliz mientras me recordabas cada día que me amabas y yo te regala un beso declarándote que yo más a ti.

Ese día me pediste que pasara la noche contigo en tu departamento, obviamente no me negué. No era tonto, sabía lo que deseabas y yo también lo hacía.

Cuando llegué a tu departamento aquella noche, me esperaba una deliciosa cena hecha por tus manos en la mesa y tal vez algo de vino. Y efectivamente, encontré eso, pero no fue la única sopresa que me regalaste esa noche. Pues esa noche tu decidiste que solo el amarillo no me quedaba y que sería mejor si también llevaba el color rojo en mí.

Recuerdo tu boca estimulando diferentes partes de mi cuerpo, tus labios amando cada centímetro de mi piel suave que se exponía a ti en su totalidad. Recuerdo tus susurros en mi oídos, cantándome confesiones de amor y promesas. Recuerdo tu piel ligeramente bronceada, tu pecho fuerte y tus brazos marcados, tus muslos firmes y tu erección que se mostraba orgullosamente. Y créeme, he visto muchos hombres desnudos, hombres de deslumbrante belleza que he pintado, pero ninguno como tú. Tú eres único y te diferencias de todos ellos, porque desde el principio tú eras una musa inalcanzable que había tenido compasión de este admirador tuyo y, bajo esa ternura, habías volteado hacia mí y te habías arrojado al amor que mis ojos profesaban tan melifluamente.

—Amor, me gustas tanto... —murmurabas con uno de mis pezones erguido entre tus labios. Sabías que tu boca me llevaba a un estado de delirio increíble, dejándome perdido entre el amor y las ansias, sé bien que solo querías volverme loco antes de tomarme por completo.

—Tae-... ¡Mh! Hyung, d-deja de jugar...

—Pero Jungkook, ¿tienes idea de lo hermoso que te ves así? —murmuraste sobre la piel de mi vientre, dejando un beso que me hizo temblar sobre mi ombligo. —Eres precioso... Te ves bellísimo con los cabellos revueltos, las mejillas rosadas y los labios entreabiertos, gimiendo para mí y por mí.

Entonces pensé que no me harías caso y seguirías jugando conmigo, con tus dedos tocando aquel lugar dentro de mí que me hacía perder la cabeza. Pero no fue así. En su lugar, volviste a complacerme, tomando mis muslos y dejaste un beso tan suave como el terciopelo en la parte interior de estos, adentrándote en mí de un solo movimiento.

Esa noche tú me hiciste vivir el placer más grande de mi vida, y mi corazón estalló en un nuevo paisaje como un volcán. Y al final, cuando arremetiste fuertemente contra mí y me llevaste al orgasmo contigo, yo te regalé nuevamente mi corazón que ahora también estaba pintado de rojo. Tú lo recibiste con un te amo y lo envolviste con tu calor, diciéndome mudamente cuanto amabas verlo de rojo.