Mi primer beso.

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Mi primer beso no fue mágico, pero magia si sentí.
No es sólo porque fue con la chica más linda, o la mejor.
Es por cómo fue, cómo se sintió.
No fue en el mejor lugar, ni en las mejores circunstancias.
Fue un beso hecho palabra, deslizado en letras.
Y nadie puede negar que fue magia y, si lo hace, es porque no la han visto hacerlo.
No la han visto besándome cómo la primera vez.
Porque no me tocó, ni me abrazó. Pero la sentí.
Y aunque estaba a la distancia, la vi; la vi sintiendo la misma magia que yo.
Mi primer beso no fue en los labios.
Mi primer beso fue en el alma.
Cuando ella me confesó que me amaba.
Porque no sólo de eso se tratan los besos.
También hay quién besa los labios, como quién besa el corazón, el alma.
Como quién besa tu ser.
Ella me besó como nadie me ha besado jamás.
Y, por eso, fue mi primer beso, fue mi primer querer, mi primera ilusión.
Cada que me lo decía, lo sentía.
Cada que me besaba, lo escuchaba.
Ella fue mi primer y mejor beso.
Un beso lleno de verdad.
Un beso lleno de pureza e inocencia.
Mi primer beso, me lo dio aquella que me ofreció su querer, aquella que desnudó su alma para ser mía.
Mi primer beso, fue en el alma y no en los labios, como creí.

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