Fantasma.

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En tu partida he pensado mucho,
y aunque no fue la más importante,
fue la más dolorosa.

Tu falta es la más atroz y horrible,
sigues sin estar aquí,
pero aún sigo sintiéndote.

Eres esa aparición espectral en el espejo de mi casa,
en el retrovisor de mi automóvil.
Eres los pasos en el silencio de la ruidosa noche,
eres la voz que me susurra maldiciones antes de dormir.

Eres el fantasma que me asecha por la habitación,
eres la cruz invertida en el muro en el que nuestras fotografías cuelgan.

Porque,
aunque no estás,
eres el porqué de mis noches llenas de pesadillas y gritos al viento.

Te veo en el humo del cigarrillo
y en los libros que alguna vez te leí.

Eres el fantasma que deambula por las calles de esta pequeña ciudad,
que sube el bus y camina por las aceras,
que vive y respira,
sufre y ama,
extraña y desea.

Aunque no estás muerta, no estás.
Pero te siento, te veo, te noto.

Te noto en las tardes del café,
sentada frente a mí.
Te siento en las lúgubres noches acariciando mi fría piel.
Te veo en el mueble de nuestro hogar viendo la película que más te gustaba
mientras ríes en cada chiste sin sentido.
Te escucho en la ducha y el sonido de tus llaves al entrar.

Porque cuando te fuiste dejaste el café humeando en nuestra mesa,
dejaste un espacio frío en tu lado de la cama.
Tu perfume aún ronda en el hogar
y tu película favorita sigue en el DVD.

Te quedaste en mí, en mi ser, en mi alma, en mi vida. 

Pero no te quedaste aquí, en tu risa, en tus lágrimas, en tu felicidad. 

No te quedaste junto a mi.

SerendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora