PRÓLOGO

25 3 1
                                    

― Jacquelyn Capernaum - dijo la señorita Adania mientras sostenía el libro de clases en ambas manos.

Sin embargo, la pelinegra no hizo mucho caso, estaba tan ocupada mirando pájaros por aquella gran ventana de cristal que solo dio una suave respuesta, que nadie más que ella oyó.

― Presente... - dijo mientras se sostenía las manos totalmente concentrada en las aves.

― Jacquelyn Capernaum - repitió la maestra, claramente no había oído el bajo tono de voz de la pelinegra.

La morena miró al frente, tomó aire y dijo claramente

― Presente, señorita.

Así la maestra siguió dando nombres para seguir aquel sistema "carcelario", con el único motivo de poner el ojo sobre los alumnos que simplemente no querían ir dos o tres días.

De repente, el altavoz de pared, tuvo un uso después de meses de inactividad. La secretaría del director avisó que se habían cancelado las clases por un problema en los baños que ocasionó un grupo de jóvenes rebeldes, todo totalmente cliché.

― Creo saber quién fue - dijo Esther, una compañera de curso de Jacquelyn.

― Ajá... - le respondió su amiga Sara, una chica agradable y madura con la que la pelinegra tenía una buena relación.

— Fueron Cécilie y Leila, estoy completamente segura, ellas dos siempre han causado problemas desde que estamos en este liceo. Es lógico, cariño.

— Como tú digas, Esther. - dijo su amiga cansada de su presunción

— ¡Pero es verdad!

La pelinegra alzó la mano y enseguida su maestra la notó

— Dime, Jacquie.

— ¿Nos iremos pronto?

— No, se podrán ir cuando acabe esta clase.

— Puedo... ¿Puedo ir a buscar un libro a la biblioteca? Luego los pasillos estarán repletos de alumnos y no podré ir hasta que todos salgan de el liceo.

— Bien, pero apresurate, esta materia la pasaremos en el próximo exámen.

La joven Jacquelyn asintió, buscó su carnet de la biblioteca, lo tomó y salió del aula de clase rápidamente.

— Ahora que cosa irá a hacer Jacquelyn, tal vez vaya a ver a un chico, aunque no lo creo, es muy tranquila para tomar ese tipo de riegos, ¿que opinas de...

— Ya basta Esther, solo fue a pedir un libro. - Dijo Sara firmemente.

La bibliotecaria Ruth era una persona cariñosa y amable, esta desprendía un aura jovial y relajante. A pesar de no conocer muchos libros, admiraba a los que sí conocían más, e intentaba ir llenando sus conocimientos poco a poco.

― ¡Jacquelyn, bonita! ¿cómo estás? - dijo la bibliotecaria dulcemente.

― Hola señorita Ruth, bien, gracias. Disculpe por no poder quedarme charlando, la profesora va a explicar la materia para los finales.

― Oh, no te preocupes cariño. ¿Qué necesitas?

― Vengo a pedir un libro sobre la historia de la segunda guerra mundial, como sé que no tendremos clase de aquí hasta el viernes, perderemos materia, así que prefiero estudiar desde ya.

― Bien caramelo, dame un segundo.

La señorita Ruth estiró sus brazos hacia el cielo, y puso cuidadosamente sus manos sobre el teclado de aquél primitivo computador.

Enseguida la bibliotecaria encontró el sitio del libro, y ambas fueron a buscarlo.

― Cariño, te ruego que tengas mucho cuidado con este libro, está algo consumido por los años de vejez.

― No se preocupe, tendré mucho cuidado, se lo prometo.

La pelinegra salió de la biblioteca velozmente, ahora tenía nuevos conocimientos para adquirir en sus manos.

― Jacquie, ya te habías tardado. - dijo la profesora.

― Lamento la tardanza - así Jacquie tomó asiento rápidamente.

Así empezaron los ejercicios de la materia, realizando un sinfín de actividades, debido a que todos sabían que cancelarían las clases por un día o dos.

Pasaron las últimas tres horas de clase, sonó el timbre y todos abandonaron la sala, junto a la curiosa Jacquelyn, la cual estaba ansiosa por leer aquel libro.

Un, Deux, TroisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora