CAPÍTULO TRES: La Fiesta

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Había vuelto a casa luego de dos horas. Todo ese tiempo la había pasado con Sarah. Me habló de muchas cosas de Nuevo Mar y de sus amigos allá, bueno, de su vida. Claro, yo no me quedé callado, le había contado acerca de mi familia y le había contado cómo fue que mi abuelo, Richard Lowe, decidió crear el instituto. Una historia que me sé de memoria.

Nos separamos por una sola razón: se hacía la hora de la fiesta y debíamos prepararnos. Sarah me había dicho que iría a la casa de Sophia para tener opiniones extra y que se iría de allí. Cosas que jamás entenderé.

Durante el camino de regreso había optado por usar mis zapatillas "exclusivas para salidas", un jean más decente y una camisa cuadrillé roja que tenía escondida en alguno de los rincones de mi armario.

— ¿Qué es ese olor?

Con mi mano en el picaporte de la puerta, aun estando afuera, me doy vuelta rápidamente y con el corazón en la garganta. Mi madre estaba detrás de mí, con una bolsa con mercaderías, olfateando mi ropa. Odio cuando hacía eso.

— ¿Anduviste con una chica, Max? Hueles a perfume femenino.

—Una amiga. Nos encontramos en la plaza. Es nueva. Mañana iré a hacer la tarea con ella —mis respuestas eran vagas y directas. Era imposible que me hiciera nuevas preguntas.

—Claro, con tu padre "hacíamos" mucho la tarea —me dijo y me guiñó el ojo.

— ¡MAMÁ, YA TE DIJE QUE NO QUIERO SABER ESAS COSAS! —la regaño—Ya deja de tratar de ser buena onda, es traumático.

Entro a la casa con mi madre riendo. Claro que me gustaban esos chistes que hacía, pero soy su hijo y jamás se lo voy a decir.

Cuando entré, mi padre estaba en el sofá mirando la tele, Tommy seguro estaba en su pieza jugando y Emily trataba de agarrar el celular de mi padre que estaba junto a él.

—Volví —anunció mi madre como si se hubiese ido hace mucho.

— ¿Cuál es la cena? —preguntó mi padre con interés.

—Ensalada de arroz, huevo y tomate —respondió con entusiasmo. Cuando volvía de sus viajes, siempre le gustaba hacer lo mejor posible su papel de mamá de telenovela.

—Yo iré a una fiesta, no cenaré aquí —les aviso mientras me dirijo a mi habitación.

—No, señor —Aquello me hizo parar. Mi padre me miraba con seriedad—. No te irás a ningún lado sin antes comer.

—Te emborracharás muy rápido. Debes comer algo antes —agregó mi mamá con una sonrisa divertida.

— ¿Saben? Algunos padres no dejan ir a sus hijos a fiestas si hay alcohol.

—Vivimos en un mundo machista, cielo. Un hombre tiene menos posibilidades de morir en una fiesta, claro, si es que no ingieres drogas como un loco o tomes demasiado —respondió mi madre como si hablara del clima—. No será lo mismo para Emily, me temo. Al menos que el mundo cambie, claro.

—Siempre hay esperanza —exclamó mi padre.

—Siempre hay esperanza —repitió mi madre.

—Ustedes son raros —sentencié con una sonrisa.

En cuanto llegué a mi habitación cerré la puerta a mis espaldas y miré la hora en mi celular. Aún tenía tiempo, podría darme una ducha y cambiarme con tranquilidad.

Seguí los pasos a la perfección. La ducha fue la mejor parte. Dejé que cada preocupación se vaya con el agua. Cuando salí, volví a sentirme libre... hasta que me vuelvan a llamar, por lo menos.

La Identidad Secreta de Max LoweDonde viven las historias. Descúbrelo ahora