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Madeline

—Ya me voy a trabajar.


Las pisadas de la pelinegra crujieron en la madera de las escaleras mientras bajaba, el desgastado suelo hacia eco con cada uno de sus pasos.


—Vuelve antes del atardecer ¿Si? Quiero hacer las compras.


Dijo su madre desde la cocina con un tono tierno y una ligera sonrisa que acentuaban las arrugas acumuladas con el pasar de los años.


—Si señora


Respondió Madeline y entró a la cocina para dar un beso en la sien de su madre a forma de despedida.


—Trabaja esclava—Ordenó burlonamente Louis interrumpiendo la escena, su hermano menor la miraba con una sonrisa mientras esperaba con ansias las tostadas que preparaba su madre.


—Ya te veré hacer lo mismo


Ella salió sin demasiadas despedidas al notar la hora en el reloj de madera sobre el buró, apresurandose para evitar llegar tarde al trabajo.


Lo último que necesitaba era otro "pequeño descuento" en su sueldo por llegadas tardías, su jefe podía llegar a ser muy explotador.


No eran una familia precisamente privilegiada, sin embargo Madeline se esforzaba por poner siempre comida en la mesa a pesar de tener apenas 17 años. Su madre enfermó desde que tenía 15 y su padre ya no podía con los pagos habituales y los tratamientos médicos que la mantenían con vida, por lo que tuvo que convertirse en del segundo soporte monetario que garantizara su subsistencia.


Solo habían dos cosas que le importaban, salir con los gastos y que su hermano siguiera con sus estudios y no los dejara tirados como ella tuvo que hacerlo.


A pesar de parecer una chica común con problemas económicos Madeline era mucho más que eso, ella consideraba que estaba maldita.


Y un pequeño jalón en su cabello le hizo recordarlo.


De nuevo era "él" acechándola con cada paso.


Desde muy pequeña sabía que no estaba sola a pesar de no poder ver qué la acompañaba.


Fue marginada desde la época preescolar, ocurrían demasiados accidentes a su alrededor como para que las personas quisieran acercarse.


Su madre quería asegurarle que no era más que una coincidencia, pero nadie pudo sacar de la cabeza de Maddie que estaba maldita desde la primera vez que alguien casi muere a su alrededor.


Y desde eso han pasado 12 años, con accidentes esporádicos.


Conseguir un trabajo fue difícil en un principio. Sin embargo ella tenía un talento especial, su voz era prácticamente hipnotizante para quien la escuchara.

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