Pensamiento VI

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Yo era esa persona.

La que en una reunión familiar, con baile incluido, yo era la que se sentaba al fondo de la casa, en un rincón y observaba.

Observaba lo que sucedía a mi alrededor, como se divertían todos a su manera; algunos bailando, otros jugando a las cartas, u otros hablando y riendo de muchas cosas a la vez.

Y lo que más admiraba, era mirar a la antigua generación hablando y transimitiendo su sabiduría a la nueva generación, todas las generaciones reunidas. Me encantaba mirar aquella mezcla de décadas que se reunían en una sola sala...

Contemplaba la felicidad de aquel lugar, como si fuera la mía propia, porque lo era, yo era feliz al verlos a ellos siéndolo, mi vida estaba completa, llena. Porque descubría que las enseñanzas del Viejo, no fueron en vano y que su memoria seguía latente en nosotros, porque nos enseñó el concepto de la familia y el valor de ella y por un momento, en aquellos bailes, risas y conversaciones, lo veía a él, lo veía sonriendo con orgullo.

Y era feliz.

Y ellos eran felices.

Y yo fui feliz.

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