Manifesto.

Capítulo dos.

2

La mayor parte de la ciudad de Boston quedó destruida después de que la Guerra de la Supremacía terminara con una gran victoria para el país o bueno, eso es lo que nos han dicho ya que siempre existen dos versiones de una misma historia: la de los vencedores y la de los vencidos.  Obviamente, el Consistorio se ha encargado de enseñar la primera versión desde que la ciudad se recuperó de la devastación.

Efestus, una organización terrorista, declaró la guerra al país y a todos los estados que formaban los Estados Unidos de Norteamérica.  Lanzaron bombas nucleares sobre Los Ángeles, Nueva York, Washington, Boston y demás ciudades principales que jamás pudieron recuperarse y poco a poco se fueron extinguiendo.  Después, no quedó absolutamente nada, salvo nosotros y un considerable grupo de sobrevivientes que pidieron ingresar a nuestra ciudad buscando asilo huyendo de la catástrofe, del hambre, de la radiación y de la muerte.  Debido a la cantidad de gente que había en la ciudad, se crearon los ocho sectores que la conforman.  No todos tienen la misma cantidad de habitantes, mi sector, el ocho, es el más grande en territorio pero el que menos habitantes tiene, llegamos a las diez mil personas, según el último censo que se hizo el año pasado.

Para en el momento en el que salgo de la estación del metro del sector ocho la lluvia deja de caer y me quito la capucha de la cabeza.  Camino lentamente por la banqueta hasta llegar a un edificio de cuatro niveles que está empezando a deteriorarse por la falta de mantenimiento.  El edificio es un rectángulo de cuatro niveles, el lado derecho del museo es de concreto y cada nivel tiene una serie de ventanas a lo largo de toda la pared; el lado izquierdo está hecho completamente de vidrio dejando ver todo lo que hay en el interior; sin embargo, muchos de los paneles de cristal ya están destruidos.

He escuchado de mucha gente que cuando se recupera de alguna enfermedad, guardan algo que los relacione con ella ya que así podrán recordar que vencieron la situación y siguieron adelante y esto es lo que pasa con la ciudad, todos los edificios vacíos y deteriorados son dejados ahí como un símbolo de nuestra victoria, a pesar de que no tienen ningún uso ni utilidad para los habitantes ni mucho menos para el Consistorio, incluso aunque haya más edificios que gente en la ciudad.

Cuando intento dar un paso para continuar caminando a casa noto algo que capta mi atención por completo.  Por un momento pensé que se trataba de la insignia de la ciudad pero no existe tal cosa ni mucho menos las autoridades pintan las paredes como si fueran vándalos.  Lo que estoy viendo pintado de rojo en una de las ventanas del edificio es una letra E y no tengo ni la más mínima idea de qué sea ni mucho menos quien lo haya hecho.

Pero al Consistorio no le va a gustar nada esto.  Esto es considerado un acto de sedición, rebeldía y jamás, en los ciento cincuenta años que tiene de haberse recuperado la ciudad de la guerra había sucedido algo parecido.

— ¡Los teníamos! — escucho que a lo lejos alguien exclama frustrado.

Dos Cuerpos se aproximan corriendo en dirección al edificio a toda velocidad como si su vida dependiera de ello.  Ambos son jóvenes, cerca de los treinta.  Uno de ellos, el de pelo negro, capta mi atención.  Tiene una cicatriz que le atraviesa desde la ceja del lado derecho hasta a la mitad de la mejilla pasando por el ojo que lo tiene cubierto con un parche de color negro.

— Si no te hubieras tardado tanto en procesar la información ya los tendríamos capturados. — le espeta el otro.

En sus caras noto la frustración por algo, no sé por qué.  Traen el uniforme de los Cuerpos, un atuendo completamente militar de color negro.  A la altura del hombro derecho traen una especie de comunicador con un auricular en el oído, el pantalón por dentro de las botas y un cinturón con una pequeña funda para pistolas.