Cómo ocurrió la noche anterior, Josué no fue a la Tierra de los Sueños, y como se adaptaba rápido a las cosas, el poeta se acostumbró a no soñar con su paraíso nocturno.
Después de que la alarma sonara, de forma habitual en la mañana, sonó el teléfono. Era Teresa, una vez más, llamando en la mañana.
La razón de la llamada era para preguntar si podía ir a su casa y así llevarles poemas que Josué le había hecho a su esposa en el pasado.
Pero la respuesta de Josué, al ver la llamada de Teresa, causó una grieta en el corazón de su amiga:
«¿Quién eres?».
Sólo eso bastó para que su amiga de tantos años cayera al piso.
María e Isaac, que se habían quedado en la casa de Teresa al ella haberlos invitado, se apresuraron a ayudarla y le preguntaron lo que había sucedido, a lo que ella respondió:
«Su madre murió por completo, porque su padre ya no se acuerda ni de la promesa que hizo a su madre en su lecho, e incluso se olvidó de sus amigos.»
En efecto. Josué no sabía quién era Teresa y mucho menos quienes eran las hermanas Rosamía.
Y, aún peor, olvidó a sus hijos y a su esposa Rosa.
Teresa lo único que pudo hacer fue irse a su cuarto a llorar, pues la promesa que le había hecho su amigo a su casi hermana nunca se iba a cumplir.
El poeta, después de la corta llamada, se aproximó a la cocina buscando que beber, pero en ese momento no reconoció la casa. Cuando le dio sed supo dónde estaba la cocina, pero cuando la buscó no la encontró. No sabía dónde estaba, cómo había llegado ahí, cuándo había llegado ahí y, aún más importante, quién era él.
Josué, en busca de respuestas, fue a buscar la cocina en primer lugar. Después de beber agua, buscó fotos, registros, cosas que lo hicieran entender quién era.
Mientras buscaba fotos, encontró una foto algo mojada: la que había llenado con sus propias lágrimas.
La vio y sintió algo inexplicable. Sintió tristeza, aunque no sabía por qué. Sintió nostalgia, aunque no sabía por qué. Incluso sintió melancolía, pero aun así no sabía por qué.
La vio y sintió envidia: «Que hombre tan feliz. Con una esposa hermosa y con unos hijos bellísimos.»
El poeta, después de observar la foto, siguió buscando información sobre su persona. Estaba buscando quien era.
Lo único que sabía era que se llamaba Josué Díaz. Eso lo sabía porque cuando su madre lo bautizó como "Josué Díaz", él escuchó su nombre tan perfectamente que ninguna enfermedad lo haría olvidarse de él.
Creía incluso que estaba en una casa ajena, y siguió buscando información hasta encontrar un papel que lo acreditaba como propietario de esa casa.
Fue en ese momento de búsqueda que se vio en el espejo de la sala, se vio por primera vez después de casi 4 días de olvido, y notó algo importante: su cara de melancolía era tal que no se parecía a las fotos de años anteriores.
Es verdad, estaba viejo, pero aun así conservaba esa cara típica. Cara la cual estaba tapizada por el olvido.
En ese momento se dio cuenta que él era esa persona de la foto que había envidiado. Y se alegró, pues sintió, por primera vez en ese día de completo olvido, que era alguien feliz.
Cuando agarró la foto del álbum, Vio que en la parte de atrás tenía escrito algo:
«Josué junto a su querida, bella, preciosa, hermosa esposa, y sus hijos preciosos en El Pico Bolívar.
ESTÁS LEYENDO
El Poeta con lo Recuerdos del Olvido
Poetry~ La lluvia es tan mágica que te acompaña en el olvido y te acompaña en el recuerdo ~