Laura caminó por los oscuros pasillos con pies de plomo. El chispeo de las efímeras antorchas y los tenebrosos sonidos la mantenían en un vilo constante.
No sabía a dónde ir. Se guiaba por el ruido que llegaba a sus oídos. Para su ventura, no se había encontrado con ninguno de esos seres.
Pero sabía que donde estuvieran ellos, habría una salida de ese infierno.
El sonido de unas pisadas la pusieron alerta y se escondió en un pequeño rincón donde la luz no llegaba, envuelta en las sombras. Se abrazó a sí misma para hacerse más pequeña, escondiendo la rota espada entre sus muslos.
La pisadas llegaron, y con ellas, las voces de dos demonios riéndose.
-¡Deberías de haber visto la cara de ese ángel! Estoy seguro que te habría encantado ver su expresión antes de cortarle la cabeza.
-¡Y tanto que habría disfrutado! ¿No te quedaste con su cabeza?
-¡Raymond me lo impidió!...chsttt, siempre controlando todo...
El joven ángel cubrió su boca ante tal espeluznante relato. Las lágrimas volvieron a emanar de sus ojos, pero ésta vez no hizo ningún ruido. Cerró fuertemente los ojos para evitarlo.
Los demonios pasaron cerca de ella. El olor que emanaban era horripilante, pero no mucho peor que el de aquella habitación de cadáveres.
Una vez segura de que se volvía a encontrar sola en ese pasillo, siguió caminando. Tomó el mismo camino que los dos demonios, pensando que de esa forma encontraría la salida.
Después de un tiempo, su vista se acostumbró a la poca luminosidad, distinguiendo las formas y los objetos que se presentaban ante ella. Su cuerpo se mantenía alerta, controlado por el sentido de la supervivencia.
Tras esconderse varias veces de los demonios, encontró la salida.
Un atisbo de luz salía por el hueco del final de pasillo. Cercionándose de que no había nadie, salió.
Tuvo que achicar los ojos ante la luminosidad. Cuando pudo ver, no creyó lo que contemplaba.
Se encontraba ante una sala rectangular, cubierta por un montón de columnas de figuras humanas esculpidas, con expresiones de terror y tristeza en sus expresiones. Todo estaba cubierto de negro, y la poca luz se filtraba por el techo y las ventanas. El inmobiliario era lo más escaso; una gran alfombra roja y algunos baúles en las paredes bajo algunos tapices.
Laura no supo qué hacer. Había tres puertas que se conectaban a esa sala y no sabía cuál tomar.
De repente, se paralizó ante el sonido de los engranajes de la enorme puerta de hierro. Quiso volver por donde había venido, pero la charla de voces masculinas la volvió a dejar sin recursos.
Sin tiempo que perder, miró por todos lados. Sus ojos se fijaron en el baúl a su lado. Lo abrió y éste estaba vacío.
Tragando saliva, se metió dentro y cerró la tapa justo en el momento en que las puertas se abrieron de golpe.
Una vez mas, estaba sumergida en la oscuridad y su corazón latía alocado. El poco aire no la dejaba respirar, pero tampoco se atrevía a abrir un poco la tapa del baúl.
Escuchó murmullos y un montón de voces hablando a gritos, seguidos de algún gemido ante el barullo.
Sabiendo que las voces estaban algo alejadas de donde estaba ella, cogió la espada y empezó a escarbar en la madera pausadamente. Consiguió hacer un pequeño agujero donde un pequeño rayo de luz entró y pudo ver a su alrededor.
Un montón de monstruos se movía ante su ojo. Algunos con aspecto animal y otros más humanizado, vestidos con diferentes ropajes.
Un grupo de demonios, vestidos con armaduras, llevaban a un prisionero agarrado por los brazos. Sus blancas alas se deslizaban por el suelo, soltando alguna que otra pluma. Su cabeza estaba agachada ante la rendición y la humillación.
La joven ángel se centro más en averiguar la identidad del ángel, y se sorprendió al reconocer su cabellera y su rostro cuando levantaron su barbilla para que les mirara.
Su hermano.
Presa del pánico. Tapó su boca y comenzó a llorar.
-¿Has oído eso?
Laura se volvió a paralizar. La voz había venido de su lado.
-¡¿El qué?! -preguntó otra voz.
-Como un sollozo.
-Serán los del ángel ese, y no me extraña. Cuando cruce las puertas, ese no vuelve a salir.
Las risas que emitieron dejaron más traumatizada a la pobre ángel escondido en el baúl de madera.
Su respiración se volvió regular. Tenía que tranquilizarse o le daría un ataque de pánico, pero era imposible detener los latidos acelerados de su corazón al ver a su hermano en peligro. Por su cabeza pasaron todos los momentos de felicidad junto a él, hasta la noche en el tejado mirando las estrellas.
Su hermano no podía acabar así, no era justo.
Con la decisión en sus ojos, trazó un plan en su mente. Una vez que las puertas se cerraron desapareciendo el ángel de sus ojos, esperó a que los guardias se fueran para poder llevarlo a cabo.
No iba a dejar que acabará así.
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Sucumbida por el Diablo #Wattys2018
FantasyMi pequeño pajarito, ¿dónde crees que vas? Tus plumas he partido una por una. Ya no puedes volar, ni siquiera escapar. ¿Y aún así sigues manteniéndote en pie, osando desafiarme? Será divertido destruirte. Tarde o temprano sucumbirás ante mí, Laura...