Héroe de leyenda, parte 1

21 1 2
                                    

Ahí estaba el héroe legendario, sucio, lastimado y cansado. Por fin, tras muchos años de búsqueda, había llegado a su destino. Sólo era necesario abrir una puerta, tan solo eso. Estiró su mano derecha, mutilada por los guardianes del templo, y abrió la puerta de roble. Con un rechinar esta dio acceso al héroe.

Entró lentamente, con sumo respeto. Era necesario entrar así, pues tan honorable lugar merecía todo el respeto del cosmos. Una vela iluminaba la habitación y, en cuanto entró, el héroe cayo en los brazos de la locura para siempre.

Nada, absolutamente nada. Tan solo una silla vacía. Tantos años de búsqueda resultaron en una estafa. La búsqueda legendaria se volvió una parodia vil. El héroe se quedo parado contemplando la vacía habitación.

–Dime, héroe de leyenda –Dijo una voz entre risas –¿te gusta está sala? Puede ser tuya si lo quieres.

El héroe no se dio cuenta de cuando entró aquel anciano. Solamente se dedicó a observarlo, sus ropas sucias, su larga barba y su dentadura podrida le daban el aspecto de un vagabundo, pero esa corona de oro indicaba su alto linaje.

–¿Te sorprende esta habitación? –continuo el anciano con un tono burlón –Déjame decirte un secreto: no hay nada en este reino decadente, siempre a sido así. La miseria y la muerte son lo único que pueblan este oscuro paraje de tierra –continuo el anciano con un tono burlón.

–¿Qué hay de las leyendas? ¿Dónde están las historias de los nobles reinos llenos de prosperidad? ¡EXIJO SABERLO! –La locura era la única guía de las palabras del héroe.

El anciano, ignorando a su locutor se limitó a sentarse en su "trono "y comenzó a reírse. Con cada segundo que pasaba su risa se hacía más estruendosa, reía mientras manoteaba de una forma exagerada. Era la risa de un demente.

—¡Contesta maldito anciano!

—La prosperidad de este reino solo está en los malditos libros que tu inventaste. —Decía el viejo recuperando la calma —Sólo tú crees en esas malditas mentiras. Nunca han existido esas leyendas más que en tu cabeza. Eres un tonto.

—Mientes, dime, maldita sea ¿Qué es de los guardianes que vigilan la muralla? ¿Por qué defienden un reino miserable?

—Un anciano moribundo tiene el derecho de divertirse a costa de la miseria de los imbéciles.

Los ojos del héroe eran odio puro en ese momento, un grito desgarrador salió de su garganta, desenfundo su espada y se dirigió al anciano. Pero en cuanto la espada toco al anciano este se desvaneció en un humo negro y apareció a las espaldas del héroe.

—Acepta tu realidad maldita sea. Hiciste este maldito viaje y no sirvió de nada. Eres un tonto.

Él solo lo miraba, su odio era muy grande. Cada célula de su ser deseaba ver muerto a ese miserable anciano.

—Me niego a aceptar eso, no puedo pensar que este viaje haya servido de tan poco.

—No sirvió de nada en realidad, solo desperdiciaste la mitad de tu vida. —Y al decir eso una risa desenfrenada comenzó a brotar de su garganta.

—¡Basta, por dios santo¡¡Basta¡! ¡Tú, demonio miserable, deja de jugar con mi mente, deja de hacerme sentir miserable! ¡Encontré algo atroz en este castillo en ruinas! ¡Encontré a un viejo miserable y encontré mi propia ruina!

El héroe comenzó entonces a quitarse su armadura, ya no sería más un héroe, nunca lo fue en realidad. En ese momento, postrado de rodillas ante aquel anciano andrajoso, se convirtió, al igual que todos en ese maldito reino, en un miserable. 

Divagaciones VariasWhere stories live. Discover now