Héroe de leyenda parte 2

17 1 0
                                    

Ahí estaba ese sucio indigente, sentado a las afueras del castillo. Cada día se sentaba y comenzaba a blasfemar en contra de ese Dios cruel. No podía entender como permitía que un sucio reino lleno de locura y muerte existiera sobre la faz de la tierra. No recordaba más que vagos recuerdos de su pasado. Un pasado lleno de palabrerías y discursos vacíos, siempre buscando un reino legendario.

Pobre imbécil, pensó. ¿Acaso importaba encontrar ese mítico lugar? Y después ¿un final feliz? ¿una alegoría a lo fantástico y una celebración a lo absurdo? No existía nada de eso, solo pobreza, miseria y hambre. Aquel reino, disgregado de todo era el único lugar donde podía comprender eso.

—! Lárgate ¡—Gritaba el sacristán mientras le soltaba una patada en las costillas. —Apestas la sagrada casa de Dios con tu sucia presencia! lárgate de una vez, maldito vagabundo ¡

Nada importaba, el indigente se limitó a guardar silencio e ignorar a ese pobre hombre. Se levanto y comenzó a caminar por el callejón contiguo a la iglesia. La suciedad era una constante, como en todo el pueblo. Un gato se encontraba devorando los restos de una rata muerta. El pordiosero se sentó a lado del gato y este soltando un maullido desgarrador se alejó como un rayo.

¿Qué lo motivo en un principio la búsqueda de ese reino? ¿fama, gloria, fortuna? ¿el amor de una hipotética doncella? No lo sabía en realidad. Quizá, como todo ser humano, simplemente actuaba por cumplir con los cánones establecidos. Pero, en ese caso ¿Quién los estableció? ¿Dios? ¿los reyes? O ¿los oprimidos? ¿Por qué actuar en consecuencia entonces? La realidad es que no hay escapatoria. Simplemente nos volvemos como una pluma impulsada por el viento, actuando bajo complacencias que nos son ajenas.

No había forma de saber esas respuestas, así que se limitó a sacar una botella de licor de su gabardina y se entregó a los placeres etílicos.

Ebrio y cansado, ¿de qué?, no lo sabía, se dispuso a dormir. Como siempre, otra noche sin sueños pues esas revelaciones oníricas solo sucedían en esos cuentos de cuarta. Podríamos abordar en que paso al día siguiente, pero, en realidad, todo era una repetición. Los golpes, las blasfemas a Dios, las noches etílicas, simplemente era eso, una sucia sucesión de eventos repetitivos.

Nunca llego el milagro, jamás llegara. La realidad es que aquel hombre, persiguiendo ilusiones baratas perdió su cordura al ver que todo era una mentira.

Divagaciones VariasWhere stories live. Discover now