—AUTHOR’S NOTE
Queridos lectores, me complace daros la bienvenida al primer capítulo de Unreal. Antes de que empecéis, me gustaría haceros saber que es el primer fanfic que escribo. Así que, por favor, os pido que lo tengáis en cuenta a la hora de evaluarlo.
Dejando esto a un lado, deberíais volver a echar una ojeada al reparto de la historia ya que he añadido algunos personajes nuevos, y es importante a la hora de leer que sepáis de su existencia y también, que estéis al tanto de cómo son los rostros de cada uno de ellos.
Finalmente(que sí, que ya termino), un WARNING. Quiero avisaros de que algunos de los capítulos contendrán insultos, escenas sexuales y temas relacionados con las drogas y el alcohol.
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✰ — Wait, what?
HEY, CARRIE ✍
—La madre que te parió, ¡No!—
Sí, en efecto, yo Carrie, acabo de decir eso. Lo siento, pero cuando se trata de mis estudios y mi futuro, se me nubla la mente.
—Levi John Russett, como no estén mis hojas en mi habitación en tres minutos, te juro por el maldito aire que respiro que le contaré a mamá que fue lo que ocurrió realmente con el pavo en navidad, ¡Y sabes que mis promesas nunca son en vano!— Solté gritando, a más no poder. Ese crío, al cual quería con locura, sacaba lo peor de mí la mayor parte del tiempo, y por mucho que tratase de controlarme, era incapaz de conseguirlo, siempre acababa perdiendo los nervios.
—Muy bien hermanita, tus deseos son órdenes.— Le oí decir, en un tono de voz extrañamente educado.
Pasados unos segundos, pude observar como salía de uno de sus usuales escondites, pues, por muy pequeña que fuese aquella casa, él se la conocía como la palma de su mano. Me atrevería a decir, incluso que, un poco más que eso.
—¿Lo ves? No es tan difícil, así me gusta. Si es que cuando quieres, llegas a comportarte como un adolescente modélico.— Afirmé, de brazos cruzados y muy segura de mis palabras. Tenía una gran sonrisa de satisfacción dibujada en la boca, ya que sabía que al final, siempre acababa ganando yo. Mi hermano menor era muy fácil de manipular.
Al verle adentrarse en mi habitación, me di cuenta de algo un tanto sospechoso. Él también estaba sonriendo, y eso, era del todo inusual. Cuando algo no salía como Levi quería, normalmente estallaba en una de sus famosas rabietas. Pero esta vez… no había sido así.
Se quedó quieto cual palo en medio de aquella sala, y a continuación, giró su cabeza para mirarme a los ojos, fijamente. Yo me encontraba sentada en mi cama, con la espalda apoyada en uno de los cojines que había por allí y, tratando de releer El Gran Gatsby
—¿Huh? ¿Qué crees que estás mirando mocoso? ¿A caso te has vuelto a hacer pis encima?— Pregunté, entre risas.
Y no, de hecho no era ese el caso. Él, en lugar de contestar levantó sus mano, la cual contenía mis apuntes de derecho penal, bien colocados, limpios y ordenados. De repente, hizo algo que me dejó en un estado de congelación peor que el de un iceberg. Esparció todas y cada una de las hojas por el suelo de mi habitación y, seguidamente, mostró un bote de sirope de chocolate, el cual había mantenido escondido detrás de su espalda, en la otra mano. Rápidamente se agachó y empezó a tirar chorros de aquel líquido por encima del montón de papel, de manera aleatoria.
Yo me quedé allí, quieta, sin poder decir ni hacer nada. Para ser más exactos, me encontraba con la boca completamente abierta, así como con unos ojos como si fueran platos. El joven salió de allí como si le fuera la vida en ello, soltando carcajadas realmente sonoras al mismo tiempo.
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—¿Y no hiciste nada? ¿Pero nada de nada?— Me preguntó Sienna, completamente perpleja.
Sienna Lawley era mi mejor amiga. La conocí en el jardín de infancia, y éramos inseparables, literalmente. Lo sabía todo de mí, bueno… todo, todo… puede que no. Había preferido no contarle mi encuentro del otro día con Drake, ya que, si lo hubiera hecho, ella habría reaccionado como si fuera el 4 de julio. Siempre solía decirme que debía adentrarme más en el mundo de los artistas, que todos estaban muy “buenos” y que, debía acompañarla a más conciertos y eventos. Definitivamente, había hecho bien tomando esa decisión.
—Que no.— Contesté, con la autoestima un poco baja. Estaba frustrada, no por el hecho de que mis apuntes se encontrasen en el vertedero, puesto que guardaba tres copias de seguridad de todos ellos, sino porque aquel día en concreto, me sentía como si no fuera yo misma. Mis ganas de defender, ganar y luchar que solía tener las 24 horas del día, no se encontraban en mi ser aquella mañana. Y eso, me enfurecía.
—Muy bien, muy bien, no diré nada más señorita Russett. Pero si sigue usted mirando al suelo, le caerá encima el frappuccino de chocolate que está haciendo.— Añadió riendo leve mientras se acercaba a mí, para aguantar el vaso.
—¡Maldito seas, chocolate!— Medio grité, alzando un poco los brazos.
Ella volvió a reír. —No es por eso, y lo sabes. No tengo la menor idea de porqué estás así, pero sé, que tu actitud en el día de hoy, no se debe sólo a Levi.— Comentó. —Algo te pasó el fin de semana… y por alguna razón, no quieres contármelo, zorrona…— Añadió Sienna bromeando, mientras me daba un pequeño codazo.
Yo seguí en silencio, pensando en el motivo del porqué podía estar en ese estúpido estado aquel día, precisamente. No era por Drake, obviamente, pero, algo era, y debía descubrirlo.
—Además cielo, si no me equivoco, ¿Hoy tienes ese examen de latín? ¿No es así?— Preguntó ella, mientras ponía nata en los frappuccinos, y los entregaba a los clientes.
Yo seguía en mi mundo, pero, unos segundos más tarde, me di cuenta de lo que me había dicho. ¡EL EXAMEN! “Mierda, mierda y más mierda…” pensé. Había estudiado, claro está, pero, hoy no era ni de lejos el mejor día para un examen de una lengua muerta. Nerviosa y tremendamente agitada, empecé a golpear con el dedo la espalda de Sienna, mientras daba pequeños saltitos. Estaba a punto de darme un infarto y en aquel momento, solo había un sitio al que podía ir para estabilizarme.
—Tienes que cubrirme. Queridísima amiga, esposa de todos y cada uno de los uan… on… ¿Direction? ¡Cómo sea! De verdad que necesito este favor. Mañana haré dos turnos por ti, pero, en serio, debo irme de inmediato.— Le rogué cuando se giró.
Antes de contestar, Sienna soltó un largo suspiro y colocó las maños en sus caderas. A continuación, me miró. —Es O-n-e D-i-r-e-c-t-i-on, cariño. Y en efecto, yo soy la dueña de esos chicos.— Dijo ella, con una leve risa. —Y Carrie, eres mi mejor amiga, y lo haré, deberías saberlo. ¿En serio pensabas que diría que no?— Cuestionó ella sonriendo.
—Mil millones de gracias, ¡Te quiero! Y juro que me acordaré.— Dije abrazándola. Seguidamente, salí corriendo, justo después de dejar mi delantal de Starbucks en la trastienda. Al abrir la puerta principal para salir, choqué contra algo. Más bien, alguien. Fue en aquel momento cuando confirmar que ese día era, sin duda alguna, el peor de los peores días que había vivido y viviría, muy probablemente, en lo que me quedaba de vida.
—Que sepas, que aún espero mi demanda, señorita abogada.— Dijo él, con una sonrisa que cortaba la respiración, mientras me guiñaba el ojo. Oh, y por si no lo había dicho aún, ya había colocado sus manos en mi cintura.