Capítulo Uno

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El miedo había germinado dentro de Yunho, y ahora podía sentir claramente el latir de su corazón en sus oídos. Su respiración era acelerada e inconscientemente no dejaba de temblar. Todo esto parecía sacado de una pesadilla. No podía dar crédito a lo que sus ojos habían visto. Esto carecía de alguna razón de ser, y sin querer despegarse de su cama; él pensó que tal vez su mente le había jugado una mala pasada.

La conmoción de lo vivido no lo dejaba pensar con claridad.

¿Qué había sido todo eso?

¿Podría, simplemente, decir que todo esto sería una simple broma?

No, esto era tan real como la piel de gallina que sentía y sus vellos erizados del brazo.

De pronto, él escuchó sonidos como miles de voces viniendo del pasillo. Las voces iban y venían, y se detenían como si estuviesen detrás de su puerta. Después, remecieron la puerta tan fuerte como para tirarla. Los objetos que tenía sobre la mesa y las repisas comenzaron a caerse sin si quiera hacer un esfuerzo por ello como si hubiesen cobrado vida.

Lo único que se le ocurrió en ese momento fue sostener con fuerte en su mente la imagen más divina que tenía y esa sería tan solo la de un pequeño crucifijo.

Afuera, los sonidos eran aún más fuertes y casi podían hacer estremecer a cualquiera de miedo. Yunho trató de aferrarse muy fuerte a la única imagen que podría alejarlo de todo esto. Pero nada parecía aplacar los movimientos y las miles de voces, que a veces parecían susurros.

Entonces, su mente divagó mucho más allá a un lugar en donde él se sentía en los brazos de algo mucho más puro y divino de lo que se hubiese imaginado. Una indescriptible paz lo llenó por completo. Ya no se sentía asustado, no supo en qué momento se le ocurrió rezar pero tuvo la certeza de que solo así calmaría todo esto. Cuando lo hizo, unos instantes después, las voces y golpes de su puerta cesaron.

Sus ojos se abrieron despacio, él observó con detenimiento y todo lo que antes había visto caer estaba en su lugar. La conmoción de todos estos acontecimientos aun hacía que su corazón estuviese acelerado.

Mientras trataba de reponerse, su mirada estuvo fija en el reloj; algunos centímetros por encima de la puerta. El reloj marcaba las tres y treinta y tres de la madrugada.

¿Qué demonios había presenciado?

Simplemente, no tenía una explicación lógica.

Y el miedo no había desaparecido del todo, todavía se sentía aturdido y un poco tembloroso.

Yunho trató de recostarse en su cama y cerrar los ojos, pero no podía dejar de evocar el rostro y la voz de aquella niña. Tampoco tenía el valor para regresar e intentar investigar si lo antes visto y oído fuese real. Así que, lo único que le quedaba era tratar de dormir y olvidar lo sucedido. Pero, por alguna razón no podía conciliar el sueño.

Intentó, durante la siguiente media hora, descansar, no obstante; ninguno de sus esfuerzos fue recompensado con el anhelado sueño. Ya que, su cuerpo estaba demasiado alerta ante algún peligro que lo estuviese asechando como para ceder ante su notable cansancio.

Sus párpados se volvían cada vez más pesados y sus ojos escocían ante la falta de humedad por mantener los ojos abiertos durante mucho tiempo sin parpadear. Físicamente, estaba aún peor sus piernas le dolían por el esfuerzo hecho y sentía como todo su cuerpo estaba ante alerta máxima todavía.

Nuevamente, trató de pensar en algo que pudiese hacerlo conciliar el sueño. Y lo único que vino a su mente fueron aquellas palabras que no podía entender con claridad, dichas por un ser del que no podía ver su rostro.

"Angels don't Cry"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora