«¡Seré sincera! No me gusta mentir, así que no, ni se te ocurra enamorarte de mí.
¡Hagámoslo por ti!Suelo ser algo complica con frecuencia, y a decir verdad, voy por ahí con uno que otro tornillo suelto.
Lloro por las noches cuando algo va mal y grito fuertemente para desahogarme ¡pobre almohada! ya no sabe qué hacer con tanto que le cuento.
No te enamores de mí. Por tu bien, no te conviene, pues soy algo inestable, ¡bastante diría yo!
Te cuento que, a veces, puedo ser tan niña como mujer, así como me gusta la leche, me gusta el café, algo celosa, despistada, cariñosa, sí, pero también puedo llegar a ser tan fría como el hielo.
Si llegase a quererme lejos, más cerca estaré. Ahora que si me quieres cerca, puede que salga corriendo, pues me da miedo enamorarme y que mi amor no sea bien correspondido.
No tienes ni idea del número de veces que me han roto y el trabajo que me ha costado arreglarme el corazón, el muy necio ha salido tan lastimado que ya no se deja.
Y es que cuando el amor llega, en ocasiones no sabes cómo reaccionar y quieres salir huyendo... a mí me pasa.
Yo te sugiero no te enamores de mí, porque si lo haces, tienes que prometer no dejar rastro de cicatriz.
Es decir... si te enamoras, no vas a mentir, no vas a herir, estarás dispuesto a quererme siendo yo, un total desastre.
Vas a dejarme quererte así, bonito, con locura, porque puede que te quiera incluso más que a mí.
Ahora bien... si te enamoras, promete quedarte que yo prometo amarte por el resto de mis días.»