Sobre mi, mi diario, quien coño soy.

Yo

Sí, esa soy yo.
Un cabello que cambia de color cada mes, porque a lo mejor jamás estaré satisfecha de una sola forma.
Una cara, que lo único bueno que tiene es que a pesar de tanta grasa, ni un solo grano tiene.
Unos ojos vacíos, negros nada más. De peso, nunca miran a la misma dirección. Bizcos.
Pestañas hacia abajo, aportan la mirada pobre, triste y poco atractiva.
Una nariz que no te sabe decir qué es, pero jamás cómoda con ella, de ningún ángulo es linda.
Unos labios sin forma.
Patillas.
Una barbilla fea, sí, hasta eso.
Demasiados cachetes. Deformes y feos de hecho.
Sufrir problemas hormonales.
Tener un seno que jamás se desarrolló, por lo cual, una terrible asimetría, una mutación.
Costillas demasiado salidas.
Espalda ancha.
Las cicatrices, pues, son la costura de la memoria. Una pequeña parte del poema de Piedad Bonett. Unas caderas llenas de estrías que son pequeños caminos hacia cada maldita cosa que me llenó de ansiedad hace unos años. Haber subido y bajado de peso sin control alguno deja sus recuerdos, marcas antiestéticas y feas. Y ni hablar de los cortes, las heridas que recuerdan la inmadurez y el llorar, el creer que así las cosas estarían mejor. La cara de tus padres decepcionados, más por cómo serían vistos ante otros, que por ti misma.
Lo demás, para abajo es igual de horrible y decepcionante.