Capítulo cuatro: Recuerda mis palabras...

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*Einat*

Ella sabía que no era cierto, sabía que iba a salir lastimada por una simple broma de un grupo de idiotas, pero quería salir lastimada, quería arriesgarse por una vez en su vida y tener aun que sea un amigo, por más falso que fuera, un amigo...

Iba caminando a casa, que quedaba a treinta minutos de la escuela, su madre estaba apoyada en el porche de la casa, esperándola como siempre, cuando la vio se sintio como siempre, alegre de verla, pero con el autoestima por el suelo, arrastrado a veinte kilometros detrás de ella, su madre era simplemente perfecta, alta, delgada, su cabello ondulado e hidratado color caoba, sus ojos turqueza, su piel mate, piernas largas, labios delgados y carnosos, nariz pequeña, sí, así de perfecta, nada comparada ella, un poco rellenita, nariz ancha, cabello corto y liso (con unas pocas ondas cuando le daba la gana), ni alta ni baja, piernas cortas, y solo se asemejaba a ella al color de sus ojos, muchas amigas de su madre cuando la veían quedaban impresionadas de que ella fuera su hija, ya que no se parecian en nada, si no fuera por los ojos jamás se les hubiera pasado por la cabeza preguntar: "¿es tu hija?". Además de que tampoco podía culpar a su padre por su forma física, ya que ni su madre ni ella lo conocían, ella quedó embarazada a los diesisiete años en una fiesta, no recordó con quién se acostó y nadie se lo hizo saber, quedó embarazada de un desconocido pero no quiso abortar, se sentía con la responsabilidad de tener a ese bebé, y cuidarlo, nueve meses después nació Einat, y se quedó con el apellido español de su madre: Benamor. Le sonaba a un apellido romántico como al de los cuentos, y siempre le gustó. Cuando Einat tenía un año su madre Anastasia se fue a vivir con un hombre que le prometió pagar sus estudios y cuidarla a ella y a su hija, cautivada por los encantos de este hombre diez años mayor que ella, lo siguió hasta la trampa, y calló en ella: nunca pagó los estudios, la tenía todo el tiempo encerrada en la casa haciendo los deberes de este, el hombre no tenía trabajo, y siete años después, dejó embarazada a su madre, aun que nunca supo si fue una violación u otra cosa, nació su hermano menor Troy, actualmente de diez años.

Su madre siempre la esperaba hasta que ella llegara de la escuela, o si ella llegaba temprano, esperaba a su madre llegar del trabajo, a ambas les gustaba entrar juntas a la casa, porque sabían que Marco, el hombre que les hizo la vida mierda, estaría esperándola a ambas, y sabían que no les haría daño en presencia de la otra.

-Hola, cariño -su madre la abrazó con fuera y le dió un beso en la cabeza.

-Hola, mamá -dijo ella abrazándola de vuelta.

-¿Preparada? 

No quería mentir, nunca estaba preparada para enfrentarse a ese hombre, pero no dejaría a la mujer que dio todo por ella sola, asi que asintió.

Anastasia se enfrentó a la puerta, tomó el pomo, y antes de girarlo suspiró para tranquilizarse y abrió la puerta.

-¡Llegamos! -gritó ella.

-¡Cállate! -gritó Marco que, como siempre, estaba un poco borracho y observava la tele. 

-Ve a con Troy -le susurró su madre al oido pasándole una cosa envuela en un paño de cocina, ella sin decir nada se fue con cuidado a su pieza, compartida con su hermano menor, Troy se venía en furgón escolar, como todavía era pequeño e ingenuo Anastasia prefirió que llegara más temprano de clases (y para eso tuvo que juntar mucho dinero con trabajo extra), y con gente cerca, por si acaso, además de que por suerte Troy era hombre, Marco no le hacía nada.

Einat en vez de ir a su habitación fue al entretecho de la casa, donde siempre se encontraba con su hermano pequeño después de clases, era como su fuerte, su mundo secreto, donde su padre no pudiera encontrarlos nunca, donde solo Anastasia sabía dónde podían encontrarse.

Cuando asomó la cabeza pudo ver a su hermano boca abajo con un cuaderno y moviendo su lapiz, posiblemente dibujaba, Troy se dio la vuelta y la miró, esperó a que cerrara la compuera y se tiró a ella a abrazarla.

-¡Eini! -Troy nunca le decía por su nombre, desde pequeño siempre le dijo Eini. Por suerte no importaba si gritaban, ya que el techo o suelo para ellos, era un grueso para que el ruido se escuchara por la casa, solo no tenían que correr.

-Mamá me dio esto -dice sonriendo. Los ojos de Troy se iluminaron, esperando a que su hermana desemvolviera lo que sea que estuviera en ese paño de cocina.

Una barra de chocolate, y un paquete de galletas de chocolates con crema.

-¡Woou! -exclamó el pequeño, que muy pocas veces se daban el lujo de comer golosinas. 

-Tenemos que mantener la calma -dijo Einat tratando de controlarse al igual que su hermano -, sabes que no siempre podemos tener esto, asi que tenemos que ir de a poco, hagamos esto: comemos chocolate en ocaciones especiales, y las galletas comemos una cada uno por día, además son muchas, deben haber unas cuarenta.

-¡Sí, sí, sí, sí! -dijo Troy. Ella rió abriendo el paquete de galletas. 

-Aún no comas, esperame -se levantó con la barra de chocolate en su mano y abrió un pequeño cofre donde con su hermano guardaban las cosas más importantes para ellos, las cuales no querían que se ensusiaran o que insectos se acercaran. Guardó ahí el dulce y volvió a cerrarla. Ambos se querían mucho y tenían mucha confianza nunca se había roto una promesa o una regla entre ellos, asi que confiaba en que su hermano no se comería el chocolate, además de que esaba pendiente de la situación de vida en la que estaban.

Sacó una galleta y se la dió a su hermano y otra se la quedó ella, luego fue a guardarla de nuevo al cofre. Ayudó a Troy en las tareas de la escuela, ella sabía que apenas terminara la escuela se iría a vivir en el departamento que los abuelos dejaron en la capital, y se llevaría su madre y su hermano alejados de ese monstruo. Pero no sabía como, tenía un trabajo en una zapateria, pero no era mucho lo que ganaba además de que trabajaba, de Miercoles a domingo, ¿cómo se llevarían las cosas?, ¿cómo pedirían una orden de alejamiento?, ¿cómo pagarian los estudios de Troy?, ¿cómo pagaria sus estudios?, ¿cómo comprarían más comida?, a su madre le costó mucho obtener trabajo y mudarse a la capital sería más dificil aún, pero lo conseguiría, de alguna forma...

*Aidan*

-¿Y cómo te fue? -pregunta Lucas concentrado en el videojuego.

-Bien -se limitó a decir.

-¿Qué es bien?, hablame de ella.

-Ni que fuera mi novia, que cursi -dice Aidan sonriendo de medio lado.

-¡Vamos! los otros no estan aqui, cuenta conmigo no se lo diré a nadie -dijo el moreno deteniendo el juego.

-¡Hey!, ¡no lo detengas!, ¡estas buscando escusas solo porque te iba ganando! -chilla como un niño pequeño.

-Ya calla y cuenta.

Aidan resopló frustrado por la insistencia de su compañero.

-Es simpática e inteligente -dice.

-¿Nada más? -insiste ancioso Lucas.

-¡Oye, solo hable hoy con ella! No sé mucho -Aidan toma el control y vuelve a poner en marcha el juego.

-Sabes... Un día me tocó un trabajo con ella, la observé detenidamente y no es fea, es muy linda -Aidan soltó una carcajada, su amigo lo miraba sin entender.

-¿Hablas enserio?

-Oye, es linda.

-Amigo, concuerdo contigo que tiene lindos ojos, pero ella en sí no es bonita, es gorda, es desaliñada, sin gracia, no tiene grandes bultos y ni hablar de su actitud -dice el rubio dandole palmaditas en el hombro.

-Deberias a aprender a no jusgar a las personas a simple vista, y a ver la verdadera belleza.

-¡Y Lucas el principe azul ha vuelto!, Bienvenido, se te hechaba de menos -dice Aidan con ironía mientras funce el seño, ya no quería a hablar del tema -¿viniste a jugar o solo viniste a joder? 

-Juguemos, pero recuerda mis palabras -el rubio resopló dando por acabado el tema.

"Recuerda mis palabras..."

Detrás de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora