Capítulo dos: Cargo de conciencia.

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*Einat*

Ella se reprendía a si misma, tuvo que haberle seguido el juego, hablarle y sociabilizar aun que todo haya sido una simple broma de mal gusto, sin duda era hermoso. Sus ojos, su cabellera rubia, su piel, todo él era sin duda perfecto y tallado con delicadeza, bueno, ya había perdido la oportunidad y no volvera a pasar algo parecido, la broma no salio. A pesar de que hubiera sido genial hablarle, ella no se dejaría ser un chiste para su grupito de amigos y él. Se hizo la fría e inpenetrable cuando habló con Aidan, pero por dentro se derretía como hielo en el horno. Esperaba que no se hubiera notado su timides y nerviosismo cuando hablaba con él.

Era la siguiente clase, era la sala de música, última clase y se podía ir a su casa, aun que su casa tampoco era un lugar acojedor, pero si era un lugar donde nadie la molestaba y podía estar sola.

Entró a la sala de música, rodeada de diversos instrumentos musicales. Tomó la guitarra y se puso a tocar en un rincón ántes de que comenzaran a llegar el resto de los alumnos.

Las notas danzaban por las cuerdas como magía, notas hermosas que componían una sinfonía única con una belleza nunca antes oída.

Al principio era una melodía bastante triste, deprimente y desquiciada, parecía una lucha interna entre dos sentimientos de una misma persona, pero después de transformaba en una pacífica y alegre, como si todos los problemas se hubieran arreglado, un final feliz. Eso era lo que ella quería, terminar con el comienzo de la canción que representaba su actual vida, terminar con todo de una vez y luego... Un final feliz. Sabía que no llegaría y si llegaba sería en mucho tiempo, tal vez un día antes de su muerte, pero soñar no cuesta nada, terminó la canción con un punteo y luego una nota larga, significando que la vida había acabado.

-Tocas muy bien -Einat se sobresalto y se giró hacía el rubio que la escuchaba desde el marco de la puerta. Sin querer se sonrojó.

-No te he permitido escucharme -dijo ella enojada.

-¡Oh! Disculpa, no sabía que había que pagar por escuchar a una diosa de la guitarra.

-¡Deja de burlarte!

-¡No me estoy burlando! -gritó Aidan.

Einat prefirío quedarse callada y no discutir, a pesar de que era lindo sin duda su belleza era un premio de consolación por su falta de intelecto.

-¿Qué haces aquí? -preguntó ella.

-Pues... Estaba buscando la Tempestad -Einat no entendía.

-Espero la encuentres -dijo ella con sarcasmo volviendose para guardar la guitarra.

-Ya la encontré.

Einat miró por la ventana y vió el cielo despejado, con algunas cuantas nubes y el viento fuerte moviendo los árboles.

-No hay una tempestad, está despejado -dijo. Aidan solto una pequeña risa.

Aidan se acercó y volteó el rostro de Einat para que lo mirara a los ojos.

-La encontré en tus ojos -Einat se sonrojó pero no por sentirse adulada, el comentario era demasiado cursi, apartó su cara de las manos del chico.

-No juegues conmigo -dijo ella, con un poco de tristeza y rabia en la voz.

-No estoy jugando contigo

-Sí lo haces -dijo ella mirandolo con odio-. No sé que carajo tramas pero no soy tan idiota como para no darme cuenta que todo es una broma. No hablamos en todos estos años, y de la nada me empiezas a hablar y decir cursilerias, no te creas Welles. No eres tan irresistible como crees -ni ella se creía esas palabras, claro que era irresistble, cualquier chica con dos dedos de frente lo querría aun que sea una noche.

Detrás de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora