{❇} Prefacio

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Pateo una de las muchas ramas que se esconden debajo de las hojas secas que caen de los enormes árboles que rodean los grandes muros del palacio. Ya estamos en otoño, la estación en donde caen todas las hermosas hojas de color amarillento o anaranjado, ofreciéndonos un poco más de calor antes la llegada del helado invierno. Me encantaba esto, largos paseos alrededor de aquellos hermosos árboles que guardaban más que belleza, guardaban vida, vida llena de añoranza. ¿Cómo se sentiría ser un árbol? Creo que no soportaría mantenerme parada toda la vida, pero sentir las estaciones, cambio de climas en mis hojas, el viento moviéndolas salvajes y también tranquilas. Aun así, nunca podemos ser lo que queremos, más bien, tenemos que ser lo que somos.

Con toda mi torpeza, tropiezo con unas de las largas raíces que sobresalen de los árboles más antiguos, unas grandes manos sujetan mi cintura, evitando la caída con un momento lastimoso. Subo la mirada, topándome con dos hermosos ojos verdosos claro, mirando atentamente los míos. Pienso en el incómodo momento en el cual los dos nos hemos encontrado, subiéndoseme la sangre a las mejillas por la vergüenza.

—Lo lamento. —me disculpo avergonzada bajando la mirada, enderezándome aun con sus manos atrapadas en mi cintura.

Con tan solo pensar aquel extrañamente vergonzoso encuentro que acabo de tener con tal atractivo caballero hace que me sienta más que incomoda, además de que sus grandes y varoniles manos se encuentran estrechas en mi cintura, haciéndome temblar por tal cercano gesto. Una de sus manos abandona mi cintura para subir lentamente, mientras roza mi brazo desnudo en camino hasta posicionarse en mi mentón, el cual eleva topándome con sus ojos verdosos claros nuevamente.

—No tiene que disculparse, bella dama —alega acariciando mi mentón con su pulgar, mientras mantiene aún mi cabeza elevada.

Sus ojos verdosos claros recorren todo mi rostro. Aprovechándome de tal gesto, copio sus ojos también recorriendo su rostro. Quedándome más que encantada por sus atractivas facciones, su ligera barba oscura que lo hace ver más maduro, los flequillos rizados que caen de su hermoso cabello oscuro, pegándose en su frente, sus cejas curtidas gruesas oscuras, sus labios finos rojizos que te dan ganas de comerlos de tan suave que se ven, como caramelos empapados de algodón azucarero. Nos quedamos unos segundos recorriendo cada una de nuestras facciones, hasta que un sonido proveniente a una rama rompiéndose hace que nos separemos rápidamente, contemplando la imagen de mi hermano medio Albert, con mi hermana, la cual es su gemela, Anabelle, quien tiene su brazo enredada al de su gemelo.

—Querida hermana, —menciona Albert acercándose a mí, sus ojos se conectan con el desconocido que tengo a mi lado—. Príncipe Dragan, creo que ya encontró a mi hermana.

Pongo los ojos en blanco ¿Príncipe Dragan? ¿Qué hace el príncipe de las islas lejas en nuestros jardines? Miro al desconocido, quien es un príncipe llamado Dragan, quien me está mirando igual de confundido. ¿Acaso no se había dado cuenta de que soy la princesa heredera? Un carraspeo de mi hermana, hace que la mire observando como ella hace una mueca por no haber sido cortes, así que rápidamente, inclino un poco mis rodillas hacia adelante, formando una rápida reverencia al príncipe, él hace lo mismo.

—Qué bueno que se conocen al fin, nuestros padres desean verlos juntos a los dos en los jardines delanteros... —anuncia Albert, haciendo una reverencia más al príncipe, para seguir su camino con mi hermana, sin antes haber dejado un beso en mi mejilla.

Quedándome sola con el príncipe Dragan nuevamente. Removiéndome incomoda levanto la mirada encontrándome con sus ojos encantadores pegados en mí.

—Entonces, es la Princesa Ekaterina.

Asiento sintiéndome un poco nerviosa.

—Y usted, el Príncipe Dragan. —el asiente de la misma manera que yo lo hice, aunque no sabría si se encuentra nervioso o no.

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⏰ Última actualización: Jul 13, 2018 ⏰

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