1. Progenitor del Mal.

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17 años


¡Como odio levantarme temprano!

El aire acondicionado se había apagado en la madrugada y desperté sudando como langosta en una olla porque el ventilador solo refrescaba a mi hermano de doce que dormía plácidamente en su cama abrazando la almohada. Mi alarma con la cancioncita de los foquitos de navidad volvió a sonar obligándome a pararme, la apagué y fui directo al baño arrastrando los pies sintiendo el piso mojado ya que la noche anterior había llovido a mares y el techo goteaba. Abrí la puerta y desee no haberlo hecho.

— ¡Te dije que tocaras la jodida puerta antes de entrar!

— ¡Perdon!

Compadres, siempre obedezcan  a sus mamas o lo primero que verán al despertar sera a sus padres bañándose juntos. Esta familia necesita urgentemente una perilla nueva. Me lance a mi camita a esperar que el baño estuviera libre mientras ideaba un plan para huir de Micaela cuando le dijera que no había hecho mi parte del trabajo, se que mi mejor amiga lo entendería y . . . ¿a quién engaño? Ya valí.

Me senté y mire a mi hermano, que roncaba con la boca abierta, además de compartir cuarto con el, tenía que escuchar su horrible rechinar de dientes. Me acerque a Cristián y apreté su nariz para bloquear su respiración, unos segundos después se comenzó a retorcer buscando aire para después despertarse tosiendo desesperado. Al verme me dio su peor cara, yo solo reí.

— Serás pendeja — me empujo y caí al suelo pero no me importó, dio un giro para quedar frente al espejo — te ves igual a la escoba que se esta pudriendo en el patio.

— Callate bruto ya lo se.

Como pude me amarre el cabello en un chongo mal hecho. En la familia, mi mamá y yo éramos las únicas con el cabello rizado, Cristian y papa lo tenían lacio al estilo metalero y mi hermano Angelo estaba pelón. Desde que tengo memoria siempre me caracterice por mi melena y su color rojo, también por mi gran  sentido del humor y mi capacidad de meterme en problemas.

Una vez en la primaria me descubrieron copiandole a mi bestie Mario, aunque en mi defensa el dijo que podía hacerlo, escribía las respuestas en el borrador. Me mandaron a la dirección y mientras esperaba entraron la maestra Tania, Marta mi compañera y una niña que no conocía. La nariz de Marta sangraba como si su menstruación hubiera decidido cambiar de lugar y tenia su ojo morado, me dio mucha risa verla así ya que la odiaba, el día anterior me había tirado mis empanadas en el recreo.

La niña que no conocía tenia la ropa manchada, con la sangre de Martita aparentemente, la maestra Tania la regañaba pero ella solo miraba el piso, en eso la tira comidas se desmayo y todos los que estaban ahí fueron a atenderla. Aproveche ese desastre para huir en silencio no sin antes mirar a la niña de cabello azabache . . . ¡me estaba viendo! Sus ojos si que daban miedo, parecía la versión barata de la niña del aro. Le sonreí con timidez haciendo en ademán de capitán de barco pero ella solo me saco la lengua.

Desde ese día nos encontrábamos en todas partes: la escuela, el parque, la iglesia ¡hasta en la fiesta de cumpleaños de mi primo Abraham! Luego me entere que era hermana de la novia de mi hermano Angelo, esa niña era Micaela. Nos hicimos mejores amigas al descubrir que teníamos muchas cosas en común, como nuestro gusto por los gatos y los musicales.

Oí las voces de mis papás y corrí al baño.

— Hoy mismo arreglas esa perilla Toño.

— Que la arregle la persona que la rompió.

Los dos me dieron la "mirada", esa que ponen los padres cuando saben que hiciste algo.

— No es mi culpa que la puerta no se abra cuando digo "alohomora" — me excuse.

Puedes Llamarme ArielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora