—Patrick. —Se escuchó un susurro en medio de la oscuridad. Patrick despertó desconociendo el momento en el que se había quedado dormido, sintió la colcha cubriéndole el pecho y la nariz algo congestionada. El palpitar de su corazón no cesaba, tal vez era paranoia o los nervios que aún tenía de punta. Sus ojos cansados junto con la oscuridad le impedían ver claro, sin mencionar que sus lentes estaban en el estante. La poca luz que entraba por la ventana indicaba que aún el amanecer no estaba puesto. La mortificación se desvaneció poco mientras que después de unos momentos, pudo divisar a la justa razón de cada parte de ella.
—¿Pete? ¿Qué haces aquí? —Respondió con confusión, tratando de despabilarse mientras se ponía sus lentes para verlo mejor a través de la poca luz que entraba en la habitación. Sintió una corriente de viento proveniente de la ventana y eso indicaba que Pete había entrado por ahí. Él ahora estaba sentado a la orilla de su cama, con un dedo en sus labios indicándole que no hiciera ruido y con una ligera sonrisa puesta en ellos. Patrick no podía imaginar lo que sus padres harían si entraran a la habitación en este momento. Y menos con lo ocurrido la noche anterior. Aunque en parte, podía sentir que sus ojos irradiaban alivio al saber que después de todo, él estaba bien.
—Ya sé lo que vas a decir, Patrick. —Pete asintió levemente mientras que le daba a entender al rubio que a estas alturas, era en vano convencerlo de que echara en reversa los planes que tenía en mente. ¿Pero qué era exactamente? Debería estar furioso, desilusionado. Después de tanto, no había nada que no se supiera.
Todo pasó en un pestañeo, y los gritos de su padre rezumbaban en su cabeza nítidamente. Sus padres no eran devotamente religiosos, pero que su hijo tuviera algún tipo de relación con alguien como Pete Wentz sin duda no era una opción. No entendían lo que hicieron mal, si acaso era algo de intenciones maliciosas. Pero algo era seguro y eso era que bajo ninguna circunstancia dejaría que todo eso fuera posible. Pero el problema era que ya había pasado demasiado entre ambos y desde ese momento, sabían que les quedaba toda una vida por delante pagando la consecuencia a algo que ni siquiera sabían si podía considerarse un error.
El amor nunca es un error.
—Tienes que irte. No es seguro. —Lo empujo sobre el pecho, cuidando que cada movimiento no fuera lo suficientemente brusco como para llamar la atención de afuera.
—Ven conmigo. —Pete puso una mano sobre las suyas, haciendo que Patrick sintiera su pulso, algo acelerado debido a toda la situación.
—¿A qué te refieres? —Estaba loco si es que pensaba hacer lo que él estaba pensando. Su aliento se detuvo en reflejo a las ramas que azotaban la ventana. Esto estaba mal, muy mal y Patrick no podía dejar de sentir esa sensación de ahogo que le mandaba el alma a los pies.
—Escápate conmigo.
—¿Qué diablos insinúas, Peter? —Cerró sus párpados por inercia y las palabras se habían escuchado algo huecas para él. No creía que estuvieran saliendo de él. Demonios, no quería que fuera así.
—Suena loco, pero no tengo mucho tiempo. Sé lo que pasa, y que a partir de ahora las cosas van a estar realmente jodidas para ambos. Que los días ahora serán como una batalla sin tener las de ganar, pero he aprendido que contigo absolutamente cualquier cosa sería un sueño. Y has sido capaz de demostrármelo. —Llevó una mano a su mandíbula y levantó un poco su rostro para poder sacar las lágrimas que ya habían caídos de esos ojos que tanto amaba. —No tenemos que soportar esta mierda ¿Sabes? Podemos lidiar con esto pero, ¿Qué mejor que hacerlo juntos? Prefiero eso a no tener la oportunidad de volver a verte.
—¿Pero qué vamos a hacer exactamente? No tenemos ni en dónde caernos muertos.
—¿Recuerdas esa vez que fuimos con Joe y Andy a ese desastroso ensayo y jugamos a componer algunas de mis tonterías?
—¿Qué con eso?
—Bueno. Con mis habilidades de manager de cuarta, logré que alguien los escuchara. Quieren más. Siento que esto es algo bueno, pero no lograremos nada si te quedas aquí.
—Pete, esto es una completa locura.
—Probablemente, pero no lo sabremos hasta que lo intentemos. Por favor.
Era imposible para Patrick no sentir todas esas dudas que sólo hacían ruido en su cabeza. Había la posibilidad de que todos sus planes se fueran al demonio y que no pudieran hacer algo para evitarlo. Que renunciaría a la banda y al amor de su vida para mantener la paz a su alrededor. Pero después de pensarlo, supo que era una reverenda tontería el siquiera pensarlo.
En poco tiempo, tenía algunas maletas de ropa listas. Tomó sus escritos y la guitarra que amaba profundamente. En su curiosidad, asomó la vista a la ventana y pudo divisar la camioneta de Joe, en ella estaban Andy y él, con un aire alerta y listos para la maniobra de escape.
—Maldito bastardo... —Patrick musitó con una mueca sonriente en su cara y Pete hizo lo imposible para no reírse de ello. Después de tener todo listo, Pete lo detuvo por los hombros para darle otro beso.
Y ahí estaba, esa calidez que lo hacía tan feliz y que haría que cualquier situación fuera fácil de vencer. Esa felicidad que hacía que sus miedos fueran menos aterradores. Un himno dulce que cantaban con orgullo. Una libertad que ofrecía todo para volverlos invencibles.
En un instante, ya estaba hecho. La siguiente sensación que Patrick pudo sentir después de eso fue una inmensa tranquilidad, aunada del viento matutino que rompía en su rostro. A pesar de todas la dudas que seguían brotando de su mente, tenía claro que no las enfrentaría solo.
Un rato más tarde y con Pete durmiendo a su lado, sacó papel y un bolígrafo. Sus padres sin duda aplicarán el castigo de la indiferencia por esto durante un largo tiempo, ¿Pero acaso era novedad? En realidad lo único que quería tener seguro eran las palabras de Pete y que al final, era cuestión de tiempo para que la calma llegara a ellos, tarde o temprano.
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