1

14.4K 388 910
                                    

Raoul estaba observando el DNI para asegurarse de que realmente se apellidaba Vázquez y no Estudia, porque ya era la quinta vez en todo el día que escuchaba a su madre gritar desde el salón "Raoul, estudia".

Había ido a Montgat para pasar el fin de semana con su familia, pero había elegido el peor, porque tenía los exámenes la siguiente semana y apenas había tocado un libro.

Finalmente, posó los apuntes y se dirigió al salón, donde su madre y su padre se encontraban viendo un documental en la televisión. Con un carraspeo, llamó su atención y ambos se giraron.

- He quedado con los chicos, así que me vuelvo ya a Barcelona.

- ¿Ya? Esta vez no has llegado ni al domingo, cada vez te vas antes.

- Bueno, mamá, no te preocupes. Otro finde me paso por aquí.

- Deberías estudiar.

- Venga ya, os he traído siempre buenas notas en los dos años que llevo en la universidad, así que los estudios no son ningún impedimento.

Tras decir aquello, se dirigió a la habitación para guardar sus cosas. Por las escaleras, se entretuvo en avisar por el grupo de Whatsapp que le esperaran en el bar de siempre, que el no tardaría mucho.

Ya con las cosas en el coche, volvió al salón y se acercó para dar un beso a cada uno de sus progenitores.

- Y come más, que estás en los huesos.

- Mamá, si sabes que no paro de comer.

- Pero come bien, no comida basura.

El rubio rodó los ojos y tras despedirse, montó en el coche y puso rumbo a Barcelona, con la radio a todo volumen y sus dedos tamborileando contra el volante al son de la melodía.

Para cuando llegó al bar, más tarde de lo previsto porque tuvo que retocarse el tupé, sus amigos ya llevaban la segunda ronda de cervezas. Llegó a la mesa después de pedir una en la barra, que Aitana, la camarera y alumna de primero, le sirvió encantada.

Después, ocupó la silla libre de la mesa, y los tres chicos clavaron sus ojos en él.

- Hasta que te dignas a aparecer. - El primero en hablar fue Alfred, que le dio una pequeña palmadita en la espalda. - ¿Atasco?

- Seguro que estaba repeinándose. - Contestó antes que él Agoney, con su característica sonrisa burlona.

- Pues no has hecho un gran trabajo, mira, te sobresalen unos mechones. - Raoul estaba seguro de que Ricky estaba mintiendo pero pecó de inocencia y dejó que el chico acercara la mano a su cabello, despeinándolo a traición. - Así estás mucho mejor, rubito.

Las carcajadas resonaron en el local y Raoul bufó.

- Pero qué gracioso eres, Ricky, ¿por qué no te presentas al club de la comedia? Seguro que te cojen.

- O al circo. - Completó Agoney, socarrón. - Por lo de payaso.

Ricky rió con ironía, ignorando las miradas cómplices que se mandaron ambos chicos.

Raoul, Alfred y Ricky se conocían desde el instituto. El último era algo mayor que ellos, pero le conocieron cuando estaban cursando segundo de bachiller y desde entonces los tres habían ido a la par con sus estudios.

Ricky venía de Mallorca, pero llevaba en Cataluña casi toda la vida. Era gracioso, ingenioso y una persona en la que se podía confiar, si no te importaba que lo que le contaras lo supiera todo su círculo.

Alfred era de su edad, y compartían el gusto por la música y el piano. Desde el instituto habían creado un vínculo artístico que era muy difícil de romper. Además, era la voz de la razón, cualquier cosa que proponía era sensato.

¿Y si probamos nosotros? | RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora