Sentado en mi cama con aquella tarjeta en mi mano y una maleta a un costado; dejé salir un suave suspiro. El desasosiego se apoderó nuevamente de todo lo que constituía mi ser y de alguna manera sentía que me debilitaba; la cabeza me daba vueltas y mis manos sudaban. No era fácil –desde luego–, sostener entre éstas la invitación a la boda de la persona culpable de toda clase de emoción, pensamiento y acción romántica que he sido capaz de experimentar, por lo menos con mayor intensidad.
"Estás cordialmente invitado a la boda de Kim Jongin y..."
Ni siquiera era capaz de continuar, puesto que por más que leyera y releyera aquel trozo del elegante papel -con letras doradas y en una hermosa tipografía cursiva-; sabía que el nombre a continuación nunca sería el mío, incluso si esa era una de las cosas que más deseé a mis 23 años. Me hubiese encantado que hubiese un modo de cambiarlo pero desgraciadamente las cosas no son nunca tan sencillas, en especial porque Jongin no tenía idea de lo que sentía y además estaba ese detalle que lo hacía todo más difícil: éramos mejores amigos.
Pero permítanme contarles las historia: conocí a Jongin desde que era un chiquillo en el jardín de niños, teniendo un corte estilo honguito porque a mamá le había parecía sencillamente adorable a pesar de que yo lo mismo lo odiara y la razón era evidente: los demás niños se burlaban de mí, poniéndome cuanto apodo se les ocurriera, pisoteando mi poca autoestima. Preferí callar y solo soportar porque era débil, tímido; en pocas palabras: cobarde.
Siempre pedía a mamá ya no volver a ese horrible lugar en donde me sentaba en un rincón a llorar porque nadie se daba cuenta de las cosas feas que me decían o hacían; sin embargo jamás me hizo caso porque no le di respuestas coherentes del por qué me negaba a asistir. Encima de todo ese día unos nubarrones grises cubrieron el cielo y el viento soplaba tan frío que me calaba los huesos y yo solo deseaba quedarme bajo mis calientes mantitas mientras jugaba con mi atari.
Por supuesto no fue algo que pudiera conseguir porque tan solo media hora después estaba perfectamente vestido y peinado para después subir al auto de mamá quien me llenaba con palabras confortantes como que esperaba que tuviera un bonito día y que hiciera muchos amigos; sin embargo eso era algo que nunca sucedía o por lo menos no lo había hecho hasta ese día.
Ya en el salón del jardín de niños, me senté en silencio a observar como los demás jugaban alegremente entre ellos mientras me ignoraban; lo cual incluso prefería porque de no ser así, entonces me estarían molestando... De pronto la puerta del salón se abrió y la maestra entró muy sonriente como siempre mientras llevaba de la manito a un chiquillo nuevo, cuya piel ligeramente más oscura que la de la mayoría de los allí presentes, resaltaba.
El que luego sería presentado como Kim Jongin, se frotaba un ojo con el dorso de la mano y aun se le veía adormilado cuando fue a tomar su lugar en único asiento vacío que había: ese que estaba junto a mí. Tampoco me miró ni me dedicó atención alguna pero por lo menos no se había burlado de mi corte de cabello y ese ya era un gran paso, ¿verdad? Ya me caía bien.
La clase pasó rápido, por primera vez me divertí ya que se nos había asignado el dibujar el modo en que visualizábamos nuestro futuro y yo ciertamente quería ser cantante porque papá y mamá me decían todo el tiempo lo bien que lo hacía y yo les creía.
—Mira, parece que el cabeza de hongo quiere ser cantante —le dijo un niño gordito en tono burlón a otro larguirucho; ambos empezaron a burlarse de mi dibujo y eso despertó a Jongin del sueño en el que había estado desde hacía como media hora.
—Nadie va a querer aturdirse con tu voz fea —se burló el larguirucho mientras yo ocultaba mi dibujo y bajaba la cabeza.
—Cállense; justo vienen a molestar cuando estaba durmiendo muy a gusto —refunfuñó Jongin, volviendo a frotar sus ojos y bostezando.
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La boda de mi mejor amigo (KaiSoo - TaeKai) (One Shot)
FanfictionLas historias de amor no siempre tienen un final feliz; al menos no la mía...