Su ojo se cerró, dejando caer una lágrima. No podía comprender qué le sucedía: ¿era amor o desamor? ¿Frustración o soledad? ¿Estaba cansada?
Lloraba.
No podía descifrar de dónde provenía aquél llanto que le quemaba el corazón.
Quizás lloraba por aquél amor que la atormentaba, por aquella ilusión perdida o por los sueños que nunca pudo alcanzar.
Quizás lloraba las penas de cada día, aquellas tardes de diversión que tanto había disfrutado o lloraba por aquellas noches en vela en las cuales se la había pasado con alguien conversando sobre la vida.
Quizás no era un "quizás" y era una realidad. Lloraba.
Lloraba por todas aquellas razones y por las que quedan por decir. Lloraba por aquellos viejos amigos que ya no eran más que personas extrañas.
Lloraba por aquél último abrazo, lloraba por la última risa, lloraba por la última vez que había amado.
Lloraba.