Descubrimiento inesperado

Nada hay en este universo más indispensable que el amor. Es él quien mueve a todos a continuar el recorrido por este sendero que es la vida. Es ese sentimiento que te da fuerzas, que te empuja a andar, sabiendo que alguien más te acompañará a lo largo del recorrido.

A ese alguien, a esa bella muchacha dirijo mis palabras ahora, ya que sin ella mi vida hubiera carecido de sentido y dirección. El sólo evocar su dulce recuerdo me reconforta como nada más logra hacerlo. En mi mente las imágenes más bellas que nunca se hayan descrito bailan sin parar. Son éstas mismas imágenes las que busco plasmar por primera vez en papel con el fin de que algún día lleguen a las manos de mi amada, tal vez así comprenda por fin lo que no alcanzo a decirle con palabras salidas de mi boca, la cual se inhibe ante su presencia, no así mis manos al tomar la pluma.

Allá por mi adolescencia me sentía yo desconcertado, confundido al conocer el mundo, habiendo abandonado mi niñez. Mis ojos se abrieron definitivamente a la realidad y les costó acostumbrarse a ella. Presentaba infinidad de incertidumbres y descontentos, y por más que busque nunca encontré cuál sería el objetivo que tenía que seguir, cuál la victoria a conseguir. Mas cuando me estaba por rendir a la búsqueda una bella muchacha salió de un paraíso que me sigue siendo desconocido. La ninfa se acercó a nuestro grupo seguida de sus escoltas. El tiempo se me detuvo. Sus pasos eran delicados y tenían una gracia indescriptible. Su ropa era sencilla pero elegante, discreta pero atractiva. Se detuvo frente a nosotros y nos comento que recién llegaban a la ciudad y que les diéramos un par de indicaciones. Y así como vino se fue... pero no del todo. Su presencia quedó grabada en mí muy profundamente, y descubrí que ella era la persona indicada, que era ella la mujer que me haría feliz.

Fue así como la busqué aquí y allá hasta dar con sus lugares frecuentados y logré conocerla. Poco a poco fuimos descubriendo un poco más de cada uno hasta que definitivamente me admití que efectivamente lo que sentía por ella era amor.

En lo más profundo de mi ser comencé entonces a descubrir una infinidad de sentimientos, cada uno provocado por diferentes situaciones, y asi mismo cada uno extraño para mí. Hasta aquel entonces no había tenido tantos elementos en mi interior. Sacudiéndose descontroladamente mis impulsos iban buscando su lugar en mi nuevo ser espiritual, más evolucionado y maduro ahora que había experimentado el significado de esa palabra tan abstracta como es el amor.

Mi mente vagaba ahorapor un universo irreproducible, mágico y eterno. Su inmensidad todo lo abarcabay provocaba en mí una necesidad irrefrenable de intentar imitar esa belleza queallí veía. Y naturalmente de mi ser interior comenzó a intentar salir el arte en toda su expresión.