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La plaza principal del puerto de Roca Grande estaba rebosante de gente, como cada martes, se ordenaba todo para hacer la venta de esclavos. sobre un improvisado escenario de madera, con un letrero blanco donde colgaba el precio de venta me encontraba junto a un grupo de desventurados, esperando para pasar una vida sumida en la esclavitud.

Suspiré abatido al pensar que casi extrañaría mi vida como mercenario, donde pasaba hambre y arriesgaba mi vida por un par de monedas, pero al menos era libre.

—Oye ... ¡Oye! — La voz de quien era mi actual dueño, un mercader de esclavos de pelo rubio y rizado me trajo de vuelta a la realidad— Con esa mirada no lograrás que alguien te compre.

—Qué pena— le dije al gordo esclavista que me miraba irritado.

Una patada fue la respuesta que obtuve, caí de rodillas tratando de no vomitar el trozo de pan duro que había sido mi desayuno.

—Creo que no lo tienes claro, pero si no te logro vender aquí irás directo a las minas de hierro que hay en Campo Gris, ¿Sabes lo que significa eso? — El esclavista me levantó con sus brazos y me acercó a su cara, enojado— Trabajarías en esa mina hasta morir. El infierno en la tierra, así llaman a esas minas.

—Tu preocupación me conmueve— respondí tratando de dar mi más sarcástica sonrisa. Para mí, la muerte me parecía una alternativa mucho mejor a esto, me esperaba una vida de servidumbre y maltrato, trabajando como peón para alguien o siendo explotado en algún prostíbulo.

Mi comentario logró hacer enojar más al esclavista que me volvió a tumbar de rodillas con una patada.

—Si saboteas esto y no te logro vender te regalaré a algún loco para que te destripe hasta la muerte. Tus trucos de magia no sirven aquí— Me gruñó enojado, mientras me volvía a poner de pie a la fuerza.

No era alguien apuesto así que ningún prostíbulo estaría interesado en mí, tampoco era especialmente fornido así que los que buscan esclavos para tareas manuales tampoco querrían comprarme, yo... podía hacer magia, pero dudaba mucho que fuera algo que fuera útil en las labores que los esclavos hacen a diario. Para terminar de condenar mi destino estaba el hecho de que la gente teme a los esclavos que saben usar magia, los encuentran peligrosos.

—Disculpe— La voz de una chica nos interrumpió.

—Dígame, señorita— dijo el esclavista mientras le dedicaba una sonrisa.

—Bueno, lamento haberme entrometido, pero creo que escuché que este esclavo sabe usar magia— La chica parecía ser bastante joven, su cabello rubio y fino parecía flotar sobre sus hombros, combinaba muy bien con sus ojos de un claro y exótico color. Sus orejas delataban su raza, era una elfa.

—Sí, jovencita, este mal nacido antes era un mercenario, lo hizo tan bien que terminó siendo capturado y vendido como esclavo— le dijo mientras me dedicaba una sonrisa burlona.

—Humano, entiendo que creas que soy una cría, me veo joven, pero soy mucho mayor que tú, así que por favor deja de usar ese tono paternal conmigo— le respondió la chica secamente. La cara del esclavista se arrugó, el tipo se había molestado.

—Lo lamento— murmuró mientras miraba furioso a la chica.

—Hey, elfa, este tipo es vengativo, no lo hagas enojar— le dije. Obviamente recibí una patada de mi dueño como respuesta.

—Señor, si vuelve a patearlo creo que tendré que replantearme el si compro este esclavo o no, me temo que no sería buen negocio comprarlo para que muera por alguna hemorragia interna.

¿Era en serio? ¿Esa pequeña elfa quería comprarme? Podía ver por la cara que puso, que el gordo esclavista estaba igual de sorprendido.

—Lo... Lo lamento, señora— respondió escuetamente, aún sin poder salir de la sorpresa.

—Entonces, aquí dice que este esclavo cuesta una moneda de oro.

—Así es, por una moneda de oro este tipo será su nuevo esclavo.

La pequeña pareció meditarlo unos segundos. Como todos los miembros de su especie parecía irradiar un aura sobrenatural de belleza y misterio.

—Sí— dijo luego de unos segundos— Lo llevo.

La cara del tipo se iluminó, sacó de su bolso una carpeta de cuero, ajada por los años y buscó entre las hojas de hechizos hasta que encontró la que contenía la maldición que me ataba a él, una medida que se había creado para evitar que los esclavos se rebelaran o huyeran de sus dueños.

—Señori...Señora, ¿Sabe cómo es el procedimiento?

—Sí, debo recitar el conjuro de unión mientras dejo caer algo de sangre en la hoja.

—Exactamente— el esclavista sacó una daga, se hizo un pequeño corte en su dedo índice y dejo caer un par de gotas de su sangre en el papel, luego recitó un pequeño hechizo— Su turno— dijo mientras acercaba la hoja a la elfa.

La chica alejó la daga del tipo y sacó la suya, repitiendo el proceso. La hoja emitió un pequeño brillo y luego volvió a la normalidad. El tipo acercó la hoja a la elfa, que aceptó el documento y lo guardó en su bolso.

—Aquí está el pago— le dijo mientras sacaba una moneda de oro.

—Gracias. Sí me da unos minutos iré por las llaves para quitarle las cadenas a su nuevo esclavo.

—No es necesario— la elfa se acercó a los grilletes que tenía en mis manos y con una pequeña herramienta metálica logró que los cerrojos cedieran—Bueno, nos vamos. Sígueme— Sin esperar respuesta comenzó a caminar hacia el norte de la plaza.

Me plantee la posibilidad de huir, pero había visto con mis propios ojos lo que les pasaba a los esclavos cuando se activaba la maldición con la que se nos ataba a un amo.

"Al menos es linda, es mejor que servir a ese gordo" pensé resignado mientras me ponía a caminar tras la elfa".

Cómo sobrevivir a una guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora