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Luego de matadas las bestias y terminado el peligro, el camino de vuelta al campamento lo hicimos en un silencio sepulcral.

 Danna no me dirigió más que unas pocas palabras. La chica caminaba delante mientras yo la seguía detrás sin estar seguro si es que estaba enojada, preocupada o triste, lo que hacía que se me complicara el buscar como y qué hablarle, ¿Debía disculparme? ¿Volver a agradecer por su ayuda? ¿Alabar su fuerza y puntería?

—No me vuelvas a preocupar así...—Danna fue quien rompió el silencio, cuando ya podíamos divisar la fogata de nuestro campamento.

—Lo lamento, actué de forma precipitada—me disculpé, la había preocupado, la chica de verdad se había sentido angustiada por mi seguridad, eso me hizo sentir algo culpable pero también encendió un pequeño sentimiento de calidez en mi corazón.

—Me costaste una moneda de oro, no te puedo perder de un día para otro.

Suspiré mientras sonreía tristemente, bueno, era obvio, era su esclavo y se había preocupado... como se preocupa el carpintero cuando se le pierde uno de sus muebles.

Luego de poner un par de hechizos más de protección Danna se fue a dormir mientras yo me quedaba jugando con los palos de la fogata. No podía conciliar el sueño, esta sensación de adrenalina, el enfrentar de nuevo a la muerte... había despertado los recuerdos de aquel día.

Por un momento volví a estar en esa tarde, cuando nuestro grupo huía por la costa, dando tristes paso por la blanca arena de la zona. Habíamos sido contratados para defender un puerto, congregando mil soldados de la ciudad y otros mil mercenarios.

La batalla en Puerto Hondo había durado 3 días, en esas 72 horas la defense había resistido el fiero embate de más de  ocho mil invasores. Durante el cuarto día los invasores habían logrado romper nuestras defensas comenzando una masacre en la ciudad.

De las dos mil almas que habían defendido ese lugar tan solo 500 quedábamos con vida, al menos 200 habían caído prisioneros mientras otros 200 huimos en grupo por la costa, buscando re-posicionarnos.

Luego de dos días de intensa y agotadora caminata por la playa, casi sin comida ni agua no teníamos no teníamos la fuerza para seguir por mucho más tiempo.

Con dolor recordé que había pasado esa tarde.

—Tiare, No duraremos mucho más— Le dije a mi compañera de armas y líder del grupo de mercenarios.

—Tranquilo, ya he ido a investigar por lugares cercanos, en poco tiempo lograremos llegar al punto que tengo pensado.  Todo cambiará— Me había respondido con una sonrisa. La mujer era bella, un poco más alta que yo, vestía una ceñida armadura de cuero con detalles en azul que acentuaba su curvilínea figura. Su pelo largo y liso de un negro sobrenatural parecía siempre danzar en el viento.

—Pero ¿Que haremos? Nos deben estar siguiendo al menos 3 mil enemigos, y a diferencia nuestra deben estar bien de comida y energía, si los enfrentamos nos pasarán por encima.

—Hemos estado en peores escenarios.

—Lo dudo mucho— le respondí sonriendo. Aunque de cierta forma mi corazón se había calmado, que Tiare tuviera un plan siempre eran buenas noticias.

Llevaba al menos dos años trabajando junto a esa bella chica. Era un gran líder, sabía como comandar, coordinando y planeando todo perfectamente. No me arrepentía de haber estado con ella por todo ese tiempo y había aprendido a confiar en sus planes que casi siempre salían bien.

Cuando el sol se comenzaba a despedir Tiare hizo que se armara un improvisado campamento y que se prendieran algunas fogatas. Según nos había dicho, había ido a explorar y el enemigo se había perdido, por tanto, aunque se prendiera fuego no nos verían, al menos por hoy.

—Todo está por terminar, tranquilos— La gente respondió a Tiare con gritos de júbilo.

Luego de ayudar a preparar improvisadas camas y de buscar cualquier cosa que sirviera para calmar el hambre del grupo seguí a Tiare por una gran duna de arena que estaba a metros del campamento.

Las llamas de las fogatas se tambaleaban al son de la brisa marina mientras los sobrevivientes al asalto de Puerto Hondo trataban de recuperar algo de energías. Si a la imagen le sumábamos el sol que se ponía, tiñendo todo con su melancólico tono, la postal que se veía era preciosa.

—Bueno, no sé cómo, pero parece que nos salvamos— le dije mientras me sentaba en la cima del monte de arena para ver la puesta de sol.

—Te lo he dicho, siempre encontraré una forma de salvarnos— Me respondió con una sonrisa.

—Bueno, entonces cada vez estoy más feliz de trabajar junto a la gran estratega mercenaria, Tiare la fría.

—Me carga ese apodo— Tiare fingió poner una cara de enojo.

—Bueno, puede que no sea el más lindo ni el más glorioso, pero convengamos en que asusta a tus rivales. Aunque puede ser un problema a la hora de buscar pareja— me burlé.

—No me preocupa eso, tengo a mi mago favorito para que me ayude con sus trucos y me de amor— me dijo mientras me daba un abrazo.

—Si lo sigues diciendo tanto me lo creeré.

—Bueno, estás juntando puntos, si sigues así vas a ganar el gran premio— me respondió la chica con una sonrisa.

Nos quedamos en silencio absortos con la vista por unos minutos más. De pronto algo rompió la escena.

El sonido de las trompetas enemigas resonó por todo el lugar.

—Tiare, ¡Nos atacan! — le dije mientras me ponía de pie y desenvainaba. Abajo el campamento estaba siendo rodeado por enemigos que entraban barriendo con nuestras tropas.

—Vaya, que puntuales— Me respondió.

—Espera... ¿Qué?

—Te lo dije ¿No? Siempre encontraré una forma de salvarnos.

—N-no entiendo.

—Estábamos perdidos, entiendes, perdidos. Éramos pocos, sin provisiones y casi sin armas. Así que la única forma de salvarnos, a nosotros dos, fue sacrificando al resto.

No podía creer lo que oía, guardé silencio mientras procesaba lo que pasaba, Tiare siguió su explicación:

—Desde el día uno me estoy comunicando con la avanzada enemiga, coordinando cuando sería el mejor momento para que nos ataquen. Cansé a nuestro grupo lo más que pude y luego nos puse en un lugar fácil de emboscar y en condiciones de luz que fueran favorables para dicha emboscada.

—Pero ellos... confiaron en nosotros, confiaron en ti.

—Creo que olvidas algo importante querido, somos mercenarios, nosotros no defendemos principios, nos defendemos a nosotros y solo a nosotros, quizás alquilemos nuestra espada por un par de monedas, pero siempre nosotros seremos nuestra única prioridad. Yo solo me protejo a mí a ti. El resto del mundo puede arder si así lo desea.

Abajo...En el campamento, lo que ocurría no se una batalla, era una matanza, una carnicería. Al menos mil enemigos fuertemente armados arrasaban con nuestras cansadas y mal equipadas tropas. Comencé a bajar con mi espada en ristre para intentar dar vuelta la batalla.

—Angus, no seas idiota... Angus, ¡Para! — la voz de Tiare se oía tras de mí, pero la ignoré. Entendía su razonamiento y tenía mucho sentido, pero aún así... aún así ese camino era uno que no podía seguir, quizás al final del día, no era tan mercenario como pensaba.

De pronto a medio camino algo había golpeado mi cabeza, haciendo que perdiera el conocimiento. Mi siguiente recuerdo era una bodega de esclavos donde había esperado a ser vendido. 

¿Qué me había golpeado? ¿Tiare? ¿Un enemigo? No lo tenía claro, pero fuera lo que fuera hizo que terminara siendo vendido como un esclavo.

Mi mente volvió al presente. Mientras movía los leños de la fogata pensé en Tiare, ¿Qué habría sido de ella?, suspiré cansado pero mi presente ahora era el serle útil a la elfa, así que me acomodé cerca de la fogata y me obligué a dormir.

Cómo sobrevivir a una guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora