En algún momento de la historia a alguna persona muy sabia se le había ocurrido decir, "nunca digas, de esta agua no beberé" y al parecer tenía muchísima razón. Las personas a veces se pasaban la vida evitando algo que simplemente estaba destinado a suceder. Se aferraban tanto a una idea, que cuando algo diferente los golpeaba justo en el rostro, se sentían aterrados.
Había sucedido lo impensable... Samuel se había enamorado.
Incluso si había estado evitándolo por años.
Lo que quizá jamás llegó a comprender, era que, amar, no era algo que pudiera evitarse de forma fácil.
William era todo lo que Samuel nunca había querido. Él era el tipo de persona a la cual siempre evitó. Representaba esa parte de sí mismo que creía extinta.
Ellos eran completamente diferentes.
Para Samuel, William representaba la inocencia que él hacía mucho tiempo había perdido. Sentía que estaba enamorado de un ángel. Uno con un temperamento difícil, quizá. Odioso, orgulloso, necio, pero que, comparado con él, era como la persona más buena con la que hubiese tenido la suerte de toparse.
Se incorporó con cuidado en la cama y se dejó caer contra el respaldo. No sabía qué hora era, pero ya estaba oscuro afuera. Había despertado unos veinte minutos atrás y desde entonces, no había podido dejar de mirarlo. William estaba dormido sobre su estómago, cubierto hasta la cintura, con la espalda desnuda. Su cabeza descansaba de lado sobre su almohada y de su boca medio abierta, escapaban sutiles ronquidos de tanto en tanto.
Samuel estaba muy loco por él.
—Eres hermoso —susurró para sí mismo. De forma casi inmediata, un nudo se formó en su garganta.
¿Cómo iba a poder continuar si llegaba a perderlo?
A pesar del curso que había tomado su vida, no se consideraba una persona negativa. Pero querer de la manera que ahora quería, inevitablemente lo hacía sentir miedo.
Antes no había tenido nada que perder.
—¿En qué piensas?
—¡Jesús! —Samuel se llevó la mano al pecho. Se acomodó en su lugar y volteó a ver al chico acostado a su lado. Sus facciones se relajaron, incluso si tenía para él, un falso reclamo—. Parece que te gusta asustarme —mencionó.
William sonrió de forma amplia. Tenía los ojos adormilados.
—Te vi con cara de concentración y tenía que preguntar.
—Pues estaba pensando en desayuno. ¿Quieres desayuno?
—¿Desayuno? No son las... ¿Qué hora es? Ya está oscuro—. William se estiró para tomar su celular de la mesita de noche. Frunció el ceño cuando la luz lo encandiló al encenderlo—. Son las ocho con trece minutos.
—¿En serio? Pues yo quiero waffles y eso es desayuno.
William volvió a acurrucarse entre las mantas.
A Samuel le agradaba más de lo que podía admitir, el hecho de que no hubiese habido incomodidad de ninguna de las dos partes. Haber despertado juntos se sintió tan natural como si siempre hubiese sido así. Haber compartido aquel acto de amor, solo los había unido más y parecía haberle dado a William un nuevo sentimiento de confianza... Y quizá un poquito de descaro.
—¿A dónde vas? —preguntó Samuel cuando lo vio saliendo de la cama con nada más que su ropa interior cubriendo su cuerpo. Se le atoraron las palabras en la garganta cuando lo vio con marcas rojizas en sus caderas, pecho y cuello.
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ROMPECABEZAS
RomanceEs una obra protegida con documentos legales. Queda prohibida su copia o reproducción total o parcial. Cuando Samuel Da Silva y William Delz fueron aceptados en una de las mejores academias de música de Londres, no imaginaron de qué forma aquello af...